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SHAMANISMO - el mundo astral


El sistema solar está dividido en siete grandes planos o divisiones,
indistintamente llamamos reinos, mundos, niveles, regiones, esferas o
dimensiones.  
 
Los nombres dados a estos planos considerados en orden de materialidad desde el
más denso hasta el más sutil son:  
 
1) físico,  
2) astral,  
3) mental,  
4) búdico,  
5) nirvánico,  
6) monádico y  
7) ádico. 
 
Cada uno de estos siete grandes planos está a su vez dividido en siete
subplanos. 
 
Aunque la insuficiencia del lenguaje físico nos obligue a considerar estos
planos y subplanos en escala de inferior a superior, o de superior a inferior, no
hemos de incurrir en el error de creer que son lugares separados en el espacio o
están unos encima de otros. Se ha de entender que la materia de cada plano o
subplano interpenetra la materia del plano o subplano inmediatamente inferior en
densidad, de suerte que aquí mismo, en la superficie de la tierra están
entreverados todos los planos, aunque las sutiles modalidades de materia se
extienden tanto más allá del mundo físico, cuanto mayor es su sutileza. 
 
Cada ser humano tiene en sí mismo materia de cada uno de los siete planos y un
vehículo o cuerpo correspondiente a cada uno de ellos, por cuyo medio puede
actuar cuando sabe manejarlo. Así es que el paso de un plano a otro plano
equivale a mudar de uno a otro vehículo el enfocamiento de la conciencia. No
obstante, en el actual estadio de la evolución de la masa general de la
humanidad, esta mudanza se contrae al uso de los vehículos astral y mental en vez
del físico. 
 
Cada uno de estos cuerpos responde únicamente a las vibraciones de la materia de
su propio plano, de suerte que cuando la conciencia está enfocada en el cuerpo
astral, sólo percibe el mundo astral, así como cuando se enfoca en el cuerpo
mental, sólo percibe el mundo mental. Todos estos planos constituyen un potente y
vívido conjunto, aunque nuestras todavía débiles facultades sólo nos permiten
percibir simultáneamente una muy corta parte. 
 
En cuanto a los tres planos inferiores de nuestro sistema solar, cada planeta o
globo físico tiene también sus peculiares mundos astral y mental, de modo que los
tres interpenetran dentro del campo de fuerza de cada planeta, pero no se
interprenetan con los mundos físico, astral y mental de los demás planetas. Pero
desde el búdico hacia arriba, todos los planos son comunes a todos los planetas
del sistema. 
 
El plano astral de nuestro planeta interpenetra al globo terrestre y su
atmósfera, pero se extiende más allá de la atmósfera, y de aquí que los filósofos
griegos dieran al plano astral la denominación de mundo sublunar. El plano mental
interpenetra al astral y se extiende aún más alla. 
 
Únicamente la libre materia atómica de los planos físico, astral y mental es
coextensiva con el éter interplanetario, y por lo tanto, un individuo no puede
pasar de uno a otro planeta en cuerpo astral o en cuerpo mental, como no puede
pasar en cuerpo físico; pero sí puede hacerlo en cuerpo causal altamente
desarrollado, aunque no con tanta rapidez como en cuerpo búdico. 
 
 
 
PLANO ASTRAL 
 
-Características generales 
-Habitantes humanos: 
Encarnados 
Desencarnados 
-Habitantes no humanos: 
La esencia elemental perteneciente a nuestra evolución 
El cuerpo astral de los animales 
Espíritus de la naturaleza 
Los devas o ángeles 
-Habitantes artificiales: 
Elementales formados inconscientemente 
Elementales formados conscientemente 
-Características de la vida humana en  
los subplanos del Astral 
  
 
PLANO ASTRAL 
 
Características generales del segundo plano, o plano astral: 
 
Muchos de sus habitantes tiene la maravillosa propiedad de mudar de forma con
protéica rapidez y de fascinar a los que escogen para divertirse con ellos. 
 
La visión del mundo astral es muy diferente y mucho más amplia que la visión
física. En el plano astral se ven los objetos de todos lados a la vez, y el
interior de un sólido es tan visible como la superficie.  
 
El escenario de estos planos es el mismo y mucho más que el de la tierra porque
cuando desde ellos observamos por medio de los sentidos astrales, hasta los
objetos puramente físicos presentan muy diferente aspecto... por lo que aún los
objetos más familiares pueden parecer al principio totalmente desconocidos. 
 
Por otra parte, se ha de tener presente que en circunstancias ordinarias, la
generalidad de los habitantes del mundo astral, tanto humanos como elementales,
sólo perciben los objetos astrales, pues para ellos la materia física es tan
invisible como lo es la materia astral para la mayoría de la humanidad terrena. 
 
Habitantes humanos del plano astral: 
 
Éstos se dividen en encarnados y desencarnados, dependiendo si tienen cuerpo
físico o ya no lo tienen. Esto es si están vivos o muertos en el plano físico. 
 
Encarnados 
 
Los humanos encarnados pueden visitar voluntaria o involuntariamente el plano
astral durante sus sueños o meditaciones. 
 
Desencarnados 
 
La vida en el plano astral de los humanos desencarnados varía, pues aunque
algunos permanecen allí sólo unos cuantos días, otros están muchos años o aún
siglos.  
 
Todo ser humano ha de pasar después de la muerte física por todos los subplanos
del astral en su camino hacia el plano mental, aunque no se sigue de ello que
haya de ser consciente en todos ellos.  
 
La permanencia del alma en cualquier subplano del astral está precisamente en
relación a la cantidad de materia que de dicho subplano contiene su cuerpo
astral. Cuando al morir el cuerpo físico pasa el hombre al mundo astral, las
desintegradoras fuerzas de la naturaleza comienzan a actuar sobre su cuerpo
astral hasta liberar al alma de él. 
 
En el ínfimo subplano del astral sólo permanecen los individuos que durante su
vida terrena alimentaron pasiones siniestras y deseos brutales. 
 
Si el individuo ha sido durante su vida terrena enteramente espiritual, su
cuerpo astral será tan sutil que atravesará en rápida ascensión todos los
subplanos del astral y despertará conscientemente en el plano inferior del mundo
celeste o plano mental. 
 
Habitantes no humanos: 
 
La esencia elemental perteneciente a nuestra evolución 
 
Para comprender la evolución elemental es necesario tener en cuenta que se
efectúa en el arco descendente y por lo tanto progresa hacia la completa caída en
la materia que acontece en el reino mineral, de suerte que para la esencia
elemental el progreso significa descenso a la materia, en vez de ascenso a los
planos superiores. 
 
Cuando una porción de esencia elemental permanece durante algunos momentos sin
que la afecten extrañas influencias (lo que dicho sea de paso, raramente se
realiza), carece de forma definida, aunque su movimiento es todavía rápido e
incesante; pero a la más mínima perturbación provocada acaso por alguna pasajera
corriente mental, asume una desconcertante confusión de móviles y siempre
cambiantes formas que surgen y desaparecen con la rapidez de las burbujas en la
superficie del agua hirviente. 
 
Estas evanescentes formas, aunque generalmente asumen las de seres vivos de
alguna especie, humana o no, son manifestación de la existencia de separadas
entidades en la esencia elemental a manera de las cambiantes y múltiples ondas
que levanta una turbonada en las ondas de un tranquilo lago. Parece como si
fueran meros reflejos del basto océano de luz astral, pero tienen cierta relación
con la índole de la corriente mental que las pone en existencia, aunque casi
siempre con alguna grotesca distorsión y espantable o repugnante aspecto. Se
trata del resultado producido por la corriente de frívolos y medio involuntarios
pensamientos emitidos por el cerebro de las gentes.  
 
Al considerar cuán bajo de nivel es aún el pensamiento colectivo de la humanidad
no es extraño que el hombre coseche lo que sembró; y así la esencia elemental que
careciente de la facultad de percepción, recibe ciegamente y refleja cuanto sobre
ella se proyecta, denota generalmente hostiles características. 
 
Todo neófito lo sabe por experiencia, pues en la mayor parte de los casos su
primera impresión al visitar el plano astral es la presencia en su alrededor de
una numerosa hueste de protéicos espectros que hacia él avanzan en actitud
amenazadora, pero que siempre retroceden o se desvanecen sin hacer el menor daño,
si se les da en rostro valerosamente. 
 
El cuerpo astral de los animales 
 
La inmensa mayoría de los animales no han logrado aún permanente
individualización, y cuando uno de ellos muere, la esencia monádica por su medio
manifestada revierte al particular depósito de donde provino, llevando consigo
las experiencias adquiridas durante la vida física. Pero esta reversión no se
efectúa inmediatamente, sino que el cuerpo astral del animal se reordena lo mismo
que en el caso del hombre, y el animal tiene en el plano astral positiva
existencia cuya duración, aunque no muy larga, varía según el grado de
inteligencia que haya desenvuelto. En la mayor parte de los casos está el animal
en conciencia soñolienta, pero parece completamente feliz. 
 
Los pocos animales domésticos que ya han alcanzado individualidad, y por tanto
ya no renacen como animales en el mundo terrestre, tienen mucho más larga y
consciente vida en el plano astral, y al final de ella, caen en una subjetiva
condición, que dura muy considerable periodo. 
 
Espíritus de la naturaleza 
 
Tantas y tan variadas son las subdivisiones de esta clase, que merecerían en
justicia un tratado especial. Sin embargo, daremos alguna idea de ellos, pues
todos tienen características comunes. 
 
Los espíritus de la naturaleza no han sido ni serán nunca humanos. Su línea de
evolución es del todo punto diferente, y su sola relación con nosotros es que
ocupamos el mismo planeta.  
 
Los espíritus de la naturaleza son el equivalente a los animales de otra línea
de evolución mucho más desarrollada que la nuestra. También se subdividen en
siete órdenes que habitan respectivamente en los siete planos. 
 
A continuación consideramos a los espíritus de la naturaleza más comprensibles
para nosotros que son los de la tierra, agua, aire y fuego o éter. Son definibles
e inteligentes entidades astrales que residen y funcionan en cada uno de dichos
ambientes. 
 
Se preguntará que cómo es posible que un ser viviente habite en una materia tan
sólida como una roca en la corteza terrestre. La respuesta está en que como los
espíritus de la naturaleza están corpóreamente constituidos por la materia
astral, la materia de la roca no es obstáculo que impida su movimiento ni su
visión; y por lo tanto, la materia sólida es su natural elemento y el único al
que están acostumbrados y en el que se sienten a buen acomodo.  
 
En el lenguaje vulgar se les conoce con muchos nombres, entre ellos hadas,
gnomos, sátiros, faunos, elfos, duendes, nereidas, trasgos, ondinas, salamandras,
sílfides, etc. Sus formas son muy variadas, pero más frecuentemente de
configuración humana y cortos de talla. Como todos los habitantes del plano
astral, son capaces de asumir cualquier tipo de aspecto a voluntad, pero tienen
definida forma peculiar o mejor diríamos, una forma preferida en que aparecen
cuando no les interesa asumir otra. En las condiciones ordinarias son invisibles
a la percepción visual física, pero son capaces de materializarse para hacerse
visibles físicamente. 
 
La mayoría de los espíritus de la naturaleza evitan la relación con el hombre,
cuyas costumbres y emanaciones le repugnan, y les molestan las corrientes
astrales que ponen en movimiento los incesantes y desordenados apetitos humanos. 
 
Otras órdenes de espíritus de la naturaleza son las entidades que en diversas
ocasiones han sido reverenciadas como dioses locales o de los bosques. Estas
entidades gustan de la lisonja que acompaña a la veneración que se les tributa y
sin dudad están dispuestos a recompensar la veneración con algún servicio. 
 
Los devas o ángeles 
 
La superior línea de evolución relacionada con nuestro mundo físico es, según
alcanza nuestro conocimeinto, la de los seres llamados devas por los induístas y
que también en otras partes han recibido los nombres de ángeles. 
 
Se pueden considerar como un reino inmediatamente superior al humano, como el
humano es inmediatamente superior al animal; pero con la importante diferencia de
que mientras para el animal no hay otro camino de evolución que pasar por el
reino humano, el hombre tiene abiertos ante sí, al llegar a un alto nivel, siete
senderos, uno de lso cuales es la evolución dévica. 
 
Aunque relacionados con la tierra no están los devas confinados a ella, porque
el conjunto de nuestra presente cadena de siete planos es para ellos un solo
plano, pues evolucionan en un superior sistema de siete cadenas. Hasta ahora han
reclutado sus huestes en otras humanidades del sistema solar, pues muy pocos
individuos de la terrestre han llegado al nivel en que fueron capaces de unirse a
la evolución dévica; pero también es cierto que algunas de sus numerosas clases
no han pasado en el camino de su evolución por ninguna humanidad comparable a la
nuestra. 
 
En nuestro estudio del plano astral y el plano mental sólo necesitamos mencionar
las tres inferiores categorías de los devas, llamados en la antigua terminología
kamadevas, rupadevas y arrupadevas. 
 
Así como el cuerpo físico es el más inferior posible en el hombre, así el cuerpo
astral es el más inferior posible en el kamadeva. Pero aunque vive en el cuerpo
astral, puede desprenderse de él visitar en cuerpo mental la esfera superior. El
cuerpo inferior del rupadeva es el mental, mientras que el cuerpo inferior del
arrupadeva es el causal. 
 
Sin embargo, la manifestación de los devas mentales y causales en el plano
astral es tan sumamente rara como la manifestación materializada de una entidad
astral en el plano físico. Así es que sólo nos referiremos aquí a la categoría
inferior, la de los devas astrales.  
 
El término medio de sus individuos aventaja de mucho a nuestro término medio,
porque se ha eliminado hace tiempo de sus filas todo lo activo e intencionalmente
maligno. Generalmente parece como si no se dieran cuenta de nosotros en el plano
físico; pero de ciando en cuando sucede que uno de ellos advierte alguna
tribulación humana que excita su compasión y presta su ayuda, así como nosotros
auxiliamos a un animal que vemos angustiado. Sin embargo, comprenden que en el
presente estado de evolución humana, cualquier interferencia sería más
perjudicial que beneficiosa. 
 
Habitantes artificiales 
 
Es la clase más numerosa de entidades astrales y también la más importante para
el hombre, porque son seres de su propia creación y se relacionan con él por
íntimos lazos kármicos, y directa e incesantemente actúan sobre él. 
 
Es una enorme masa de entidades medio inteligentes que difieren entre sí como
difieren los pensamientos humanos, y es imposible clasificarlos ni ordenarlos. La
única división posible es la que distingue entre elementales artificiales
formados inconscientemente por la mayoría de la humanidad, y los formados
deliberadamente por los magos, aunque podríamos relegar a una tercera división a
las entidades creadas artificialmente que no son elementales. 
 
Elementales formados inconscientemente 
 
El pensamiento se apodera de la esencia elemental y moldea instantáneamente con
ella un ser viviente de apropiada forma, y que una vez formado ya no depende de
quien lo formó, sino que tiene la vida propia cuya duración es proporcional a la
intensidad del pensamiento que lo formó. 
 
Los pensamientos de la mayoría de las gentes son tan vagos e indecisos, que los
elementales por ellos formados sólo duran unos cuantos minutos o a lo sumo
algunas horas; pero un incesante pensamiento o un ardoroso deseo forman un
elemental cuya existencia puede prolongarse durante muchos días. 
 
Como quiera que los pensamientos del hombre ordinario se refieren casi siempre a
sí mismo, los elementales que forman permanecen a su alrededor, y constantemente
propenden a provocar la repetición del originario pensamiento, pues tales
repeticiones, en vez de formar nuevos elementales, intensifican el ya formado y
le alargan la vida. 
 
Así es que si un hombre alimenta constantemente un mismo deseo forma una especie
de astral acompañante, que si de continuo alimentado por nuevos pensamientos
durante años, irá adquiriendo cada vez mayor influencia sobre él, de suerte que
si el deseo es de siniestra índole, los efectos sobre su carácter pueden ser
sumamente desastrosos. 
 
Todavía de más fecundos resultados en bien o en mal son los pensamientos del
hombre respecto a sus semejantes, porque entonces el elemental formado no actúa
sobre el que lo forma, sino sobre el individuo a quien se dirige el pensamiento.
Si el pensamiento o el deseo son amorosos, benévolos o amigables, con ardiente
anhelo por su bien, formarán y proyectarán hacia la persona en quien se piensa un
amistoso elemental artificial.  
 
Si el deseo tiene carácter definido, como por ejemplo, que salga en bien de una
enfermedad, de un grave apuro, de un trance, el elemental formado favorecerá el
éxito feliz e impedirá toda influencia capaz de estorbarlo. En esta acción
desplegará el elemental lo que parecerá ser considerable manifestación de
inteligencia y adaptabilidad cuando en realidad es tan sólo una fuerza actuante
por la línea de menor resistencia que fluye continuamente en el mismo sentido y
aprovecha cuantos conductos halla, como el agua de una cisterna encontrará entre
muchos desagües obstruidos el único expedito, por el que se apresuraría a fluir. 
 
En todos los casos la fuerza desplegada por el elemental y el tiempo que vive
para desplegarla dependen enteramente de la intensidad del pensamiento o del
deseo que lo engendró, aunque también puede que lo alimenten, intensifiquen y
alarguen su vida otros buenos y favorables deseos llegados de distintas
direcciones. 
 
Además parece como si el elemental artificial actuara, como otros deseos, con el
instintivo afán de prolongar su vida, y así reacciona sobre su creador con una
fuerza que propende constantemente a provocar la reproducción del pensamiento o
deseo que lo actualizó. También influyen los elementales artificiales en los
individuos con los que se ponen en contacto aunque no es tan completa su relación
con ellos. 
 
Todo lo dicho respecto a los favorables efectos de los buenos pensamientos y
amistosos deseos es también verdad en opuesto sentido respecto de los malos
pensamientos y deseos. El hombre cuyos pensamientos y deseos sean malignos,
rencorosos, brutales, lujuriosos, avarientos y hostiles, va por el mundo llevando
consigo por doquiera una pestilente atmósfera psíquica poblada por las
repugnantes entidades que formó para que fueran sus compañeros. De esta suerte no
sólo se halla él en triste situación, sino que es un peligro para sus semejantes,
pues cuantos con él se pongan en contacto arriesgan contagiarse de la influencia
de las abominaciones de que quiso rodearse. 
 
Un sentimiento de envidia o de odio lanzado contra otra persona, entrañará un
elemental que se dirigirá hacia ella como disparada flecha, y buscará el punto
más fácil por donde penetrar. Si el sentimiento es persistente, el elemental
recibirá nuevo estímulo y podrá prolongar su vida mientras persiste el
sentimiento que engendró. Sin embargo, no tendrá el mal deseo o el siniestro
pensamiento que o el envidioso pensamiento eficacia alguna si la persona a quien
van dirigidos no vibra no propende a vibrar en la siniestra tónica que el
elemental formado por tan morbosas emociones, es decir, que la persona malquerida
no proporcionará punto de apoyo a la potencia del elemental cuya influencia
rechazará como un broquel el aura del individuo de puros pensamientos y recta
conducta, por no hallar sitio donde fijarse y entonces por ley mecánica
reaccionará contra quien lo emitió, donde encontrará motivo de actividad, de
suerte que el individuo quedará herido por sus propias armas. 
 
Lo expuesto hasta aquí sobre el particular servirá para confirmar la importancia
de mantener en rigurosa sujeción nuestros pensamientos. 
 
Elementales formados conscientemente 
 
Puesto que tales resultados como los descritos se obtienen por la fuerza mental
de hombres que desconocen completamente lo que están haciendo, fácil es de
comprender que un mago conocedor del asunto y que puede ver con toda exactitud el
efecto que produce su actuación, posea inmenso poder en su pensamiento.  
 
Tanto los magos blancos como los magos negros se valen frecuentemente en su obra
de elementales facticios cuya acción es muy extensa cuando están científicamente
preparados y con hábil conocimiento dirigidos, porque quien así sepa formarlo
puede relacionarse con su elemental y guiarlo, de suerte que actúe como si
estuviese dotado de la misma inteligencia que su dueño. 
 
Por medio de la magia negra pueden formarse elementales facticios que por muchos
medios ocasionan mucho daño; pero sucede con ellos lo mismo que dijimos acerca de
los elementales facticios formados incosncientemente, esto es, que si se lanzan
contra una persona de recta conducta y puros pensamientos y emociones,
reaccionará el elemental con terrible virulencia contra el que lo engendró. 
 
Estos malignos elementales se emancipan a veces de la obediencia de su creador y
se convierten en demonios que vagan a la ventura. Procuran a toda costa prolongar
su vida, ya alimentándose vampíricamente absorbiendo la vitalidad de seres
humanos o influyendo en ellos para que les tributen ofrendas, y entre las tribus
medio salvajes logran a veces que se les reconozca como dioses patronos de un
poblado y se les rinda culto mediante sacrificios. 
 
Características de la vida humana en los subplanos del Astral 
 
La vida en el 7º y 6º subplano es la misma que la ordinaria en el plano
terrestre, menos el cuerpo físico y sus necesidades. 
 
En el 5º y 4º subplanos la vida es cada vez menos material y se retrae más y más
del mundo terreno y de sus intereses. 
 
Los subplanos 3º, 2º y 1º aunque ocupan el mismo espacio, son mucho menos
materiales y dan la impresión de estar más alejados del mundo terrestre.  
 
Los habitantes de estos tres subplanos ya no se preocupan del mundo físico ni de
sus materiales pertenencias. Están por lo general profundamente ensimismados y
crean su propio ambiente, lo bastante objetivo para que lo perciban otras
entidades astrales y también los clarividentes. 
 
En estos tres subplanos las desencarnadas entidades humanas construyen con la
imaginación sus temporáneas casas, escuelas y ciudades de interina realidad...
cada cual puede formarse su ambiente a medida del poder de su fantasía. Aunque la
mayoría de estas ciudades son herencias y ampliaciones de las imaginativamente
construidas por sus predecesores. 
 
En el 3º subplano habitan los humanos con preocupaciones y deseos referentes al
ámbito de la materialidad habitual. 
 
El 2º subplano parece la especial residencia del tartufismo religioso, de
clérigos y prelados que se ufanan de sus lujosos ornamentos y se jactan de ser la
personal representación de la particular deidad de su país y de su época. 
 
El 1º subplano parece estar particularmente apropiado a quienes durante la vida
terrena se entregaron a investigaciones intelectuales de tipo materialista, no
precisamente en beneficio de la humanidad, sino más bien por motivos de ambición
egoísta o por deporte y entretenimiento intelectual. Tales individuos permanecen
durante largos años en este subplano, gozosos en la resolución de sus problemas
intelectuales, pero sin beneficiar a nadie, por lo que adelantan muy poco en su
camino hacia el siguiente plano. 
 
Se ha de entender, que la idea del espacio abierto no se ha de asociar en modo
alguno con estos subplanos. Una entidad desencarnada que actúe en uno de los
subplanos del astral, podrá trasladares al punto de la atmósfera terrestre a
donde le lleve su pensamiento; pero, no obstante, el traslado de lugar no será
capaz de enfocar su conciencia en el subplano inmediatamente superior hasta
cumplido el proceso de desasimilación ya explicado. 
 
Digamos de paso que la comunicación mutua de las entidades astrales está
limitada, como en el mundo físico, por el conocimiento individual, es decir que
sólo se comunican y tratan entre sí los individuos que tienen las mismas ideas,
el mismo idioma y las mismas simpatías. 
 


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