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SHAMANISMO - habitantes no humanos


HABITANTES NO HUMANOS

Aunque es evidente aun a la más somera observación que muchas de las naturales disposiciones de la tierra que más cercanamente nos afectan, no están destinadas a nuestra comodidad ni a nuestro provecho, era inevitable que la humanidad en su infancia creyera que el mundo físico y cuanto contiene existía únicamente para su propio uso y beneficio; pero con seguridad que ya debíamos haber desechado tan infantil ilusión y estar convencidos de cuál es nuestra verdadera posición y los deberes a ella correspondientes.

Sin embargo, la mayoría de la humanidad persiste en el engaño, como lo demuestran las gentes multitud de veces en su vida diaria, sobre todo por la fría crueldad con que muchos que se jactan de civilizados y cultos tratan al reino animal, bajo la excusa de deporte.

Desde luego que aun el más novicio en el estudio de la santa ciencia oculta sabe que toda vida es sagrada y que sin compasión universal no cabe positivo progreso; pero al adelantar en el estudio descubre cuán múltiple es la evolución, y cuán pequeña relativamente la parte que desempeña la humanidad en la economía de la naturaleza. Entonces advierte el estudiante que así como la tierra, el aire y el agua mantienen miríadas de forma de vida que invisibles a simple vista nos las muestra el microscopio, así también el mundo astral en sus diversos subplanos está poblado densamente por numerosos habitantes de cuya existencia estamos de ordinario completamente inconscientes.

Según adelanta el estudiante en conocimiento, acrecienta la certeza de que de un modo u otro se aprovechan rigurosamente todas las posibilidades de evolución; y que cuando parezca que en la naturaleza se desperdicia una fuerza o se pierde una oportunidad, no falla por ello el plan del universo, sino que nuestra ignorancia no acierta a ver el método y la intención de la naturaleza.

Para la consideración de los habitantes no humanos del plano astral conviene prescindir de aquellas primitivas formas de la vida universal que están evolucionando de una manera apenas comprensible para nosotros mediante la sucesiva agrupación de átomos, moléculas y células, pues si hubiésemos de comenzar por los reinos elementales, habríamos de incluir en el orden de habitantes no humanos del mundo astral un enorme número que sólo podría estudiarse someramente, so pena de dar a este libro las proporciones de una enciclopedia.

El más conveniente medio de ordenar los habitantes no humanos del mundo astral es dividirlos en cuatro clases, advirtiendo que cada una de estas clases no es una menor subdivisión, sino que abarca generalmente un reino de la naturaleza tan vasto como el vegetal o el animal. Algunas de estas clases son inferiores al hombre, otras lo igualan y también las hay que lo superan en bondad y poder. Varias de ellas pertenecen a nuestra línea de evolución; es decir, que han sido o serán hombres. Otras evolucionan según su propia y peculiar línea.

Antes de proceder al estudio de estas cuatro clases, conviene advertir que hemos prescindido de dos órdenes de entidades. No hablaremos de la ocasional manifestación de altísimos Adeptos procedentes de otros planetas de nuestro sistema solar ni de los todavía más excelsos Visitantes provenientes de lejanísimas distancias, porque estos temas no son propios de un tratado destinado a pública lectura, sin contar con que es prácticamente

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inconcebible aunque teóricamente posible que tan altísimas Entidades necesiten manifestarse en la bajeza del mundo astral. Si por alguna razón quisieran manifestarse en él, se elaborarían un temporáneo cuerpo de la materia del plano astral terrestre, como hemos visto en el caso de los nirmânakâyas.

Por otra parte, también prescindiremos de otras dos grandes evoluciones no humanas que actualmente comparten con la humanidad el uso del planeta terrestre, y sobre las cuales está prohibido dar referencias, porque por ahora ni las entidades de esas dos grandes evoluciones han de conocer la existencia del hombre ni tampoco el hombre ha de conocer cuáles son. Si acaso nos ponemos en inconsciente contacto con ellas ha de ser en el plano físico, pues su estancia en el astral es muy fugaz y depende de un rarísimo accidente en un acto de magia ceremonial que afortunadamente sólo saben practicar los hechiceros de elevadísima categoría. Sin embargo, dicho accidente ha ocurrido al menos una vez y puede repetirse, de modo que si no fuese por la prohibición mencionada habríamos de incluir a dichas dos evoluciones en nuestra clasificación.

1ª Clase

Estamos familiarizados con la idea de que antes de llegar esta energía divina a la etapa de individualización que animó al hombre, había ya animado sucesivamente seis fases de evolución que fueron los tres reinos elementales, el mineral, el vegetal y el animal. A la esencia monádica se la llama esencia elemental cuando pasa por los tres reinos inferiores al mineral, y algunos tratadistas la han designado al pasar por los tres reinos superiores a los elementales con los respectivos nombres de mónada mineral, mónada vegetal y mónada animal; pero estas denominaciones son también deficientes, porque antes de llegar al reino mineral ya la energía divina ha constituido no

Repetimos que a la esencia monádica se la llama esencia elemental mientras pasa por los tres reinos inferiores al mineral, llamados por lo mismo elementales; mas para comprender su naturaleza y modo de manifestación es necesario saber cómo el espíritu desciende y se infunde en la materia.

Se ha de recordar que cuando el espíritu residente en un plano, sea el que sea, quiere descender o transferir su conciencia al plano inmediatamente inferior se ha de revestir de un cuerpo de la materia peculiar de este otro plano. Para mejor explicación supongamos que el espíritu está en el plano Nro. 1 y quiere pasar al plano Nro. 2. Habrá de revestirse de un velo de la materia propia del plano Nro. 2. Si de este plano quiere pasar al Nro. 3, habrá de revestirse de un velo de materia propia del plano Nro. 3 y si del 3 quiere pasar al 4 se revestirá de un velo de materia del plano Nro. 4. Así tendremos que en el plano Nro. 2 ya no estará el espíritu en la misma condición en que estaba en el plano Nro. 1, ni en el Nro. 3

. LA ESENCIA ELEMENTAL PERTENECIENTE A NUESTRA EVOLUCION. – Así como el nombre de "elementarios" se ha dado inconsiderablemente por varios autores a toda clase de posibles condiciones del hombre después de la muerte física, así también se ha dado con la misma ligereza el nombre de "elemental" a todo espíritu no humano, desde el Deva de más divinos atributos, pasando por los espíritus de la naturaleza, hasta llegar a la amorfa esencia constituyente de los reinos inferiores al mineral. De aquí resulta que después de leer el estudiante varios tratados queda confuso y perplejo ante las contradicciones que advierte entre los autores. Para el estudio de nuestro tema se ha de entender que la esencia elemental es un nombre aplicado durante ciertas etapas de su evolución a la esencia monádica que a su vez puede definirse diciendo que es la efusión de la energía divina en la materia. una, sino muchas mónadas. Pero la palabra mónada se adoptó para dar a entender que aun cuando ya se había diferenciado la esencia monádica no había llegado aún a la etapa de individualización.

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estará en la misma condición que estaba en el Nro. 2 y así sucesivamente, de suerte que al llegar al plano Nro. 4, es espíritu será como un átomo revestido de tantas envolturas, velos o cuerpos como planos haya descendido, pues al descender a un plano conserva el velo, cuerpo o envoltura de que necesitó revestirse para pasar al plano anterior, y como quiera que este proceso se repite en todos los subplanos de cada plano, cuando el espíritu o chispa divina o mónada llega al plano físico se halla tan tupidamente velada que no es extraña la negación de la existencia del alma por parte de los materialistas19.

Supongamos ahora que el espíritu, mónada o esencia monádica diferenciada ha llegado en sus sucesivos revestimientos hasta el subplano atómico del plano mental y que en vez de ir pasando por los otros seis subplanos del plano mental da como si dijéramos un salto y súbitamente se reviste de materia del subplano atómico del plano astral. Semejante combinación sería la esencia elemental del plano astral correspondiente al tercer reino animal, o sea el inmediatamente inferior al reino mineral. En el transcurso de sus dos mil cuatrocientas diferenciaciones en el plano astral atrae la mónada varias combinaciones de la materia de los otros seis subplanos del plano astral, aunque estas combinaciones son transitorias y sólo queda el espíritu revestido de materia atómica mental que se manifiesta por medio de la materia atómica del plano astral.

El segundo reino elemental funciona en los subplanos no atómicos del plano mental, pero por de pronto no hay para qué referirse a ellos.

Por lo tanto, llamar elemental a la clase que estamos considerando induce a error, pues en realidad no hay tal cosa. Lo que hallamos es una vasta masa de esencia elemental, admirablemente sensitiva al más efímero pensamiento humano, y responsiva con inconcebible delicadeza en una infinitesimal fracción de segundo a la vibración con que la afecte el inconsciente ejercicio del deseo o de la voluntad humana; pero desde el instante en que por influencia de tal pensamiento o del ejercicio de voluntad se plasma en una fuerza viva o en algo que en verdad pueda calificarse de elemental, cesa desde luego de pertenecer a la clase que consideramos y pasa a ser un habitante artificial cuya separada existencia no tarda en desvanecerse en cuanto se agota el impulso recibido y se sume en la indiferenciada masa de la particular subdivisión de esencia elemental de que provino.

Sería enojoso el intento de catalogar estas subdivisiones, y aunque las catalogáramos sería inteligible el catálogo excepto para los capaces de compararlas cercanamente entre sí. No obstante, es posible tener idea de las principales líneas de clasificación que acaso resulten interesantes. En primer lugar vemos la numerosa división que ha dado su nombre a los elementales, clasificados según el estado de la materia en que habitan. En este punto se muestra como de costumbre el carácter septenario de la evolución humana, porque hay siete

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Recuérdese lo dicho respecto de la interpretación de los planos. El escalonado descenso del espíritu plano tras plano y subplano tras subplano es puramente metafórica y sirve para indicar que durante la vida física está el Ego revestido o envuelto en materia de todos los planos de nuestro sistema planetario, y es necesario que así sea para el proceso normal de la evolución. La Psicología experimental acude en defensa de esta verdad, pues sólo admitiendo la variedad de materia vibrante se explica que un mismo individuo tenga pensamientos siniestros y armónicos, emociones puras y pasionales, caídas en el vicio y rasgos de heroica virtud, actos de brutal egoísmo y rasgos de abnegación, impulsos de odio y deliquios de amor, todo ello según las circunstancias, condiciones y vicisitudes en que se karma se coloca para evolucionar. A cada grado e índole de pensamiento, emoción, deseo o impulso corresponde la materia de una de sus envolturas, de la propia suerte que corresponde distinta vibración a cada una de las cuerdas del arpa o de las teclas del piano. Algo simbólico y profundamente esotérico debe de haber en la lira de siete cuerdas inventada por Hermes y algo también muy significativo hay en la expresión vulgar: son de la misma cuerda con que se alude a dos personas de las mismas ideas, tendencias, aficiones y deseos (N. del T.).

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grupos de entidades relacionadas con los siete estados de la materia física que según los alquimistas medievales estaban simbolizados en la tierra, agua, aire y fuego, pero que según la verdadera interpretación son los estados sólido, líquido, gaseoso y en cuatro grados etéricos.

Añeja costumbre es desdeñar despectivamente la supuesta ignorancia de los alquimistas medievales, porque llamaron "elementos" a substancias que la moderna química descubrió que estaban compuestas; pero al tratarlos tan ligeramente se ha cometido con ellos una gran injusticia, porque su conocimiento sobre el particular era mucho más amplio que el nuestro, pues sabían que todas las formas de materia provenían de un solo elemento, tal como ha comprobado la química moderna al reconocer la unidad esencial de la materia.

Lo cierto es que los análisis de los despreciados alquimistas eran más profundos que el nuestro. Conocieron la existencia del estado etéreo de la materia que la ciencia moderna ha de admitir como una necesidad para la explicación de sus teorías20. Conocieron los alquimistas los cuatro grados etéreos de la materia física, que con el gaseoso, el líquido y el sólido, constituyen los siete del plano físico, y sabían que todos los objetos físicos están constituidos por materia de uno u otro de dichos siete estados, que en mayor o menor cantidad entran todos en la composición de los organismos vivientes, sin que la ciencia haya podido redescubrir los cuatro éteres.

Pudieron o no los alquimistas medievales conocer los cuerpos simples que en su época se desconocían y que algunos fueron descubiertos por ellos, pero es evidente que los alquimistas emplearon la palabra "elementos" en el sentido de "partes constituyentes" y no en el de substancias indescomponibles21. También sabían que cada uno de los siete estados de materia servía de base de manifestación a una gran clase de evolucionante esencia monádica, a la que denominaron por ello esencia elemental.

De lo expuesto se infiere que en cada partícula de materia sólida, mientras permanece en esta condición, reside, según la pintoresca fraseología de los alquimistas, un elemental terrestre; es decir, cierta cantidad de esencia elemental viva, apropiada a la partícula. De la propia suerte, en las partículas líquidas, gaseosas y etéreas, o, según los alquimistas, en el agua, aire y fuego, residirán los respectivos elementales.

Se observará que esta extrema división del tercer reino elemental está, por decirlo así, extendida en sentido horizontal, pues la diferencia de densidad material entre sus clases se establece por grados casi imperceptibles, y aun cada clase podría dividirse horizontalmente en otras siete, por la multitud de grados de densidad entre sólidos, líquidos y gases.

Sin embargo, también hay lo que podría llamarse una división perpendicular, mucho más difícil de comprender, sobre todo por la gran reserva de los ocultistas respecto a fenómenos que requerirían más amplia explicación. Para mostrar lo que de ello puede saberse diremos que en cada una de las clases y subclases horizontales se encuentran siete

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No se ha de confundir el hipotético éter de os físicos, como medio transmisor de las vibraciones cósmicas, con los estados etéreos de la materia física que son cuatro grados de mayor o menor densidad, de modo que el éter más denso es mucho más sutil que el hidrógeno o gas más ligero que se conoce (N. del T.)

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En la fecha en que se publicó la primera edición de esta obra sólo conocía la química unos sesenta cuerpos de los que llama simples o elementos; pero hoy día se conocen 92, con la particularidad de que según las leyes de la química matemática se ha llegado al límite de la simplicidad material física densa y ya no es posible el descubrimiento de ningún otro cuerpo simple, aunque podrán descubrirse algunos isómetros o estados alotrópicos de los ya existentes, de los que el último descubierto es el neutrón, así llamado porque carece de electrones, si bien no se le ha estudiado todavía detenidamente (N. del T.)

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tipos perfectamente distintos de elementales cuya diferencia no consiste en grados, sino en su carácter y afinidades.

En cada tipo se encuentran siete subtipos que se distinguen por la coloración que les da la influencia que más fácilmente los afecta. Cada tipo es capaz de reaccionar sobre los demás aunque no pueden intercambiar su esencia.

Se advertirá que estas divisiones y subdivisiones perpendiculares difieren por completo de las horizontales, y son más permanentes y fundamentales, pues mientras la evolución del reino elemental consiste en pasar con casi infinita lentitud sucesivamente por sus varias clases y subclases horizontales, y pertenecer por turno a todas ellas, los tipos y subtipos permanecen inalterables durante todo el paso de la esencia elemental.

Para comprender la evolución elemental es necesario tener en cuenta que se efectúa en el arco descendente y por lo tanto progresa

A pesar de tan múltiples subdivisiones de esta extraña esencia viva, todas ellas poseen algunas propiedades comunes, pero tan diferentes de las que nos son familiares en el plano físico, que es sumamente difícil explicarlas a quien no las ve en acción.

Cuando una porción de esencia elemental permanece durante algunos momentos sin que la afecten externas influencias (lo que, dicho sea de paso, raramente se realiza), carece de forma definida, aunque su movimiento es todavía rápido e incesante; pero a la más mínima perturbación provocada acaso por alguna pasajera corriente mental, asume una desconcertante confusión de movibles y siempre cambiantes formas que surgen y desaparecen con la rapidez de las burbujas en la superficie del agua hirviente.

Estas evanescentes formas, aunque generalmente asumen las de seres vivos de alguna especie, humana o no, son manifestación de la existencia de separadas entidades en la esencia elemental a manera de las cambiantes y múltiples ondas que levanta una turbonada en las aguas de un tranquilo lago. Parece como si fueran meros reflejos del vasto océano de luz astral, pero tienen cierta relación con la índole de la corriente mental que las pone en existencia, aunque casi siempre con alguna grotesca distorsión y espantable o repugnante aspecto.

Cabe preguntar qué inteligencia actúa en la selección de una forma apropiada o contrahecha. No tratamos de los potentes y longevos elementales creados por vigorosos y definidos pensamientos, sino simplemente nos ocupamos en el resultado producido por las corrientes de frívolos y medio involuntarios pensamientos emitidos por el cerebro de las gentes. Por lo tanto, la inteligencia a que nos referimos no deriva de la mente del pensador y seguramente que no podemos atribuir cualidades mentales a la esencia elemental que pertenece a un reino todavía más distante de la individualización que el mineral, aunque posee una maravillosa adaptabilidad que suele aproximarse mucho a la inteligencia y no cabe duda de que a causa de dicha aptitud se calificaron en uno de los primitivos tratados teosóficos a los elementales de "semiinteligentes criaturas de la luz astral". Ya encontraremos ulterior prueba de la referida aptitud al tratar de los elementales ficticios o

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hacia la completa caída en la materia que acontece en el reino mineral, de suerte que para la esencia monádica o elemental, el progreso significa descenso a la materia, en vez de ascenso a los planos superiores22. Mientras el estudiante no comprenda bien esta idea será presa de perplejidades y anomalías, pues aun a los ocultistas les cuesta acostumbrarse a la extraña apariencia de inversión con que aparece a su vista. El ascenso de la materia elemental o efusión de la energía divina en la materia se llama involución. (N. del T.)

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artificiales. El calificativo de bueno o malo, dado a un elemental, denota que se trata de una entidad artificial o de una de las muchas variedades de espíritus de la naturaleza, porque los reinos elementales no admiten los conceptos de bueno y malo.

Sin embargo, hay indudablemente en casi todas las subdivisiones de elementales la tendencia a mostrarse más bien hostiles que favorables al hombre. Todo neófito lo sabe por experiencia, pues en la mayor parte de los casos su primera impresión al visitar el plano astral es la de la presencia en su alrededor de una numerosa hueste de proteicos espectros que hacia él avanzan en actitud amenazadora, pero que siempre retroceden o se desvanecen sin hacer el menor daño, si se les da en rostro valerosamente. De esta hostil propensión deriva el repulsivo o contrahecho aspecto que asumen, y los autores medievales nos dicen que el hombre ha de agradecer su existencia. En la edad de oro la humanidad era menos egoísta, más espiritual, y los llamados elementales se mostraban amigos del hombre; pero ahora se han enemistado con él porque trata con indiferencia, antipatía o crueldad a los otros seres vivientes.

De la admirable delicadeza con que la esencia refleja nuestros pensamientos y deseos, se infiere que el tercer reino elemental es en conjunto lo que el colectivo pensamiento de la humanidad hace de él.

Al considerar cuán bajo de nivel es aún el pensamiento colectivo de la humanidad no es extraño que el hombre coseche lo que sembró; y así la esencia elemental que careciente de la facultad de percepción, recibe ciegamente y refleja cuanto sobre ella se proyecta, denota generalmente hostiles características.

No cabe duda que en las futuras rondas y razas, cuando la humanidad alcance más alto nivel, los reinos elementales recibirán la incesante influencia de pensamientos armoniosos, y se mostrarán dócilmente auxiliadores como también lo será el reino animal23. A pesar de cuanto haya sucedido en el pasado es evidente que podemos esperar otra edad de oro cuando la mayoría de los hombres sean magnánimos e inegoístas y reciban la voluntaria cooperación de las fuerzas de la naturaleza.

La circunstancia de que el hombre sea tan fácilmente capaz de influir en los reinos elementales, denota la responsabilidad que hacia ellos le incumbe en la manera de usar dicha influencia, y cuando consideramos las condiciones en que existen dichos reinos, es evidente que el efecto producido en ellos por los pensamientos y deseos de todo ser inteligente, ha de tenerse en cuenta como un factor de la evolución de nuestro sistema.

No obstante las firmes enseñanzas que sobre el particular dan las principales religiones del mundo, todavía la masa general de la humanidad no advierte que también delinquen y son responsables los pensamientos. Si un hombre no ha perjudicado a nadie con sus palabras y acciones, cree que ha cumplido con todo cuanto de él exige la moral, sin advertir que acaso estuvo durante muchos años ejerciendo una depresiva y mezquina influencia en la mente de las personas de su convivencia y trato, y llenando su ambiente con sórdidas y viles formas de pensamiento. Un más grave aspecto de esta cuestión se nos mostrará al tratar de los habitantes artificiales; pero bastará consignar que el hombre puede

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Es muy significativa la coincidencia con dicho vaticinio de los instructores ocultistas, del siguiente pasaje de la profecía de Isaías: "Mostrará el lobo con el cordero, y el tigre con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos y un niño las pastoreará. La vaca y la osa pacerán; sus crías se echarán juntas y el león comerá hierba como el buey. El niño de teta se entretendrá sobre la cueva del áspid y el recién destetado extenderá su mano sobre la caverna del basilisco. No harán mal ni daño en todo mi santo monte, porque la tierra estará llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubres el mar". Capítulo II, vers. 6-9 (N del T.)

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acelerar o retardar la evolución de la esencia elemental según el uso que consciente o inconscientemente está de continuo haciendo de ella.

Desbordaría los límites de este tratado la exposición de los diferentes usos a que puede destinar las fuerzas inherentes en la esencia elemental quien sea capaz de manejarlas. La mayoría de las ceremonias mágicas tienen por objeto la manipulación de dichas fuerzas, ya directamente por el mago, ya por alguna entidad astral que al efecto haya evocado.

Por medio de dichas fuerzas se producen casi todos los fenómenos metapsíquicas en las sesiones espiritistas, y también son el agente del movimiento de muebles, lanzamiento de piedras y sonido de timbres en las casas frecuentadas. Estos fenómenos resultan de los desatinados esfuerzos que por llamar la atención realiza alguna entidad muy apegada a las cosas terrenas o también suelen ser maliciosas travesuras de algún espíritu de la naturaleza de los pertenecientes a la clase tercera. Pero no se ha de creer que el elemental sea por sí mismo el agente motor, sino que tan sólo es una fuerza latente cuya actualización requiere un impulso externamente recibido.

Aunque toda clase de esencia elemental puede reflejar imágenes de la luz astral, hay variedades que reciben las impresiones mucho más fácilmente que otras, y asumen forman peculiares de su variedad, algo menos evanescentes que de ordinario.

Para no caer en confusiones es preciso distinguir esta clase de esencia elemental que acabamos de estudiar, de la esencia monádica que se manifiesta por medio del reino mineral. Recordemos que la esencia monádica en el arco de involución se manifiesta por medio de los reinos elementales y después se manifiesta por medio del reino mineral; pero la circunstancia de que dos masas de esencia monádica de diferente estado de evolución ocupen el mismo espacio (como, por ejemplo, una roca, que es mineral, y al propio tiempo morada de un elemental terrestre), no es obstáculo para su respectiva evolución ni tampoco implica relación alguna ante las dos diferentes masas de esencia monádica. La roca, o sea el mineral, estará también penetrada por su apropiada variedad del omnipresente principio de vida, totalmente distinto de las dos variedades de esencia antes mencionadas.

2ª Clase

Los pocos animales domésticos que ya han alcanzado individualidad, y por tanto ya no renacen como animales en el mundo terrestre, tienen mucho más larga y consciente vida en el plano astral, y al fin de ella caen gradualmente en una subjetiva condición, que dura muy considerable período.

Una interesante subdivisión de la clase que estamos considerando es la de los cuerpos astrales de los monos antropoides mencionados en

. EL CUERPO ASTRAL DE LOS ANIMALES.- Es una clase extremadamente numerosa, que, sin embargo, no ocupa muy importante posición en el plano astral, porque sus miembros permanecen allí muy corto tiempo. La inmensa mayoría de los animales no han logrado aún permanente individualización, y cuando uno de ellos muere, la esencia monádica por su medio manifestada revierte al particular depósito de donde provino, llevando consigo las experiencias adquiridas durante la vida física. Pero esta reversión no se efectúa inmediatamente, sino que el cuerpo astral del animal se reordena lo mismo que en el caso del hombre, y el animal tiene en el plano astral positiva existencia cuya duración, aunque no muy larga, varía según el grado de inteligencia que haya desenvuelto en la mayor parte de los casos está el animal en conciencia soñolienta, pero parece completamente feliz. La Doctrina Secreta, que ya están individualizados y dispuestos a reencarnar en forma humana en la próxima ronda o quizás más pronto algunos de ellos.

35 C.W.Leadbeater – El Plano Astral

3ª Clase

Ante todo se ha de entender que tratamos de entidades radicalmente diferentes de todas cuantas hasta ahora hemos considerado. Aunque en rigor podamos decir que no son humanas la esencia elemental y el cuerpo astral de los animales, la esencia monádica que por medio de ellos se manifiesta, llegará en el transcurso del tiempo al nivel de manifestarse en una futura humanidad comparable a la nuestra; y si fuéramos capaces de retromirar nuestra propia evolución en anteriores ciclos, hallaríamos que cuanto ahora somos pasó en su ascensión por análogas etapas.

Sin embargo, no es tal el caso con el vasto reino de los espíritus de la naturaleza que no han sido ni serán nunca humanos. Su línea de evolución es de todo punto diferente, y su sola relación con nosotros es que ocupamos el mismo planeta. Por lo tanto, si por ahora somos vecinos, nos debemos mutua atención de vecindad, pero nuestras líneas de evolución son tan diversas que poco podemos hacer unos por otros.

Algunos autores han incluido a los espíritus de la naturaleza en el número de los elementales; y en verdad que son los elementales, o quizá más propiamente los animales de otra línea de evolución. Aunque mucho más altamente desenvueltos que nuestra esencia elemental, tienen algunas características comunes con ella. Por ejemplo, también se subdividen en siete órdenes que habitan respectivamente en los mismos siete estados de materia física ya mencionados, en los que penetran las correspondientes variedades de esencia elemental. Así consideraremos los espíritus de la naturaleza más comprensibles para nosotros, que son los de la tierra, agua, aire y fuego o éter. Son definidas e inteligentes entidades astrales que residen y funcionan en cada uno de dichos ambientes.

Se preguntará que cómo es posible que un ser viviente habite en una materia tan sólida como una roca en la corteza terrestre. La respuesta está en que como los espíritus de la naturaleza están corpóreamente constituidos por materia astral, la materia de la roca no es obstáculo impediente a su movimiento ni a su visión; y por lo tanto, la materia sólida es su natural elemento y el único a que están acostumbrados y en el que se sienten en buen acomodo. Lo mismo cabe decir de los que habitan en el agua, en el aire o en el éter.

Los tratadistas medievales llamaron gnomos a los espíritus naturales de la tierra; ondinas a los del agua; sílfides a los del aire, y salamandras a los del fuego. En el lenguaje vulgar se les conoce por muchos nombres, entre ellos los de hadas, sátiros, faunos, elfos, duendes, damas blancas, nereidas, morenillos, trasgos, etc. Sus formas son muy variadas, pero más frecuentemente de configuración humana y cortos de talla. Como todos los habitantes del plano astral24, son capaces de asumir cualquier aspecto a voluntad, pero tienen definida forma peculiar o mejor diríamos una forma preferida en que aparecen cuando no les interesa asumir otra. En las condiciones ordinarias son invisibles a la percepción visual física, pero son capaces de materializarse para hacerse visibles fácilmente.

Hay multitud de razas de espíritus de la naturaleza, y los individuos de cada una de ellas difieren de los de las otras en inteligencia y disposición, análogamente a lo que sucede

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. ESPIRITUS DE LA NATURALEZA.- Tantas y tan variadas son las subdivisiones de esta clase, que merecerían en justicia un tratado especial. Sin embargo, daremos alguna idea de ellos, pues todos tienen características comunes. Seguramente que la primera impresión que al lector novel cause este párrafo, le moverá a preguntar: ¿cómo pueden ser habitantes del plano astral si se nos acaba de decir que moran en la tierra, el agua, el aire y el éter? Precisamente esto demuestra una vez más lo dicho acerca de la interpenetración de todos los planos, y el astral no está lejos ni encima de la tierra, sino interpenetrando todo el planeta. Así los gnomos moran en la contraparte astral de la materia sólida y análogamente los demás espíritus de la naturaleza. (N. del T.)

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entre los individuos de las diferentes subrazas humanas. La mayoría de espíritus de la naturaleza evitan la relación con el hombre, cuyas costumbres y emanaciones les repugnan, y les molestan las corrientes astrales que ponen en movimiento los incesantes y desordenados apetitos humanos. Sin embargo, también hay espíritus de la naturaleza que se muestran amigos del hombre y le favorecen y benefician en cuanto está de su parte, como, por ejemplo, los morenillos escoceses y las hadas de los cuentos. Paro esta benéfica actitud es relativamente rara; y por lo general, cuando los espíritus de la naturaleza se ponen por cualquier vicisitud en contacto con el hombre, se muestran indiferentes o disgustados, o bien se deleitan en engañarle y hacerle víctima de pueriles jugarretas. Muchas leyendas, consejas y cuentos lugareños de las solitarias comarcas montesinas denotan esta traviesa característica de los espíritus de la naturaleza; y quienes hayan frecuentado las sesiones espiritistas recordarán que entre los fenómenos psíquicos se interpolan algunas payasadas inofensivas, que denotan la presencia de los espíritus de la naturaleza de inferior categoría.

Favorece sus mañas y ardides el admirable poder de hechizar a quienes ceden a su influencia, para que sólo vean y oigan lo que ellos les sugieren, exactamente lo mismo que el hipnotizado sólo recibe percibe lo que el hipnotizador le sugiere. Sin embargo, los espíritus de la naturaleza no alcanzan a dominar la voluntad humana, a no ser la de los individuos que la tengan muy flaca o de los que experimenten un terror lo bastante intenso para que temporalmente se inhiba la voluntad. No pueden ir más allá de la decepción sensorial o sea el engaño de los sentidos, en lo que son maestros, y ocasiones hay en que hechizan a una congregada multitud. Así ocurre con los más sorprendentes juegos de los faquires de la India, ejecutados por mediación y auxilio de los espíritus de la naturaleza, que fascinan a los espectadores haciéndoles ver y oír lo que no sucede en realidad.

Casi podríamos considerar los espíritus de la naturaleza como una especie de humanidad astral, a no ser porque ninguno de ellos, ni aun los de superior categoría, posee una individualidad permanentemente reencarnante. Por lo tanto, uno de los puntos en que la línea de evolución de los espíritus de la naturaleza difiere de la humana, es que han de llegar a un alto grado de inteligencia antes de que se individualicen permanentemente, pero apenas sabemos nada de las etapas por que han pasado ni de las que todavía han de pasar.

La duración de la vida de los individuos de los diversos órdenes de espíritus de la naturaleza es muy corta en algunos y mucho más larga que la del hombre en otros. Somos tan extraños a la vida de ellos, que nos es imposible comprender muchas de sus condiciones; pero, en conjunto, parece ser una gozosa e irresponsable clase de existencia, semejante a la que un grupo de niños pudiera llevar en un ambiente físico extraordinariamente favorable. Aunque aficionados a gastar bromas y jugarretas, rarísimamente se muestran maliciosos, a menos que se les provoque por una injustificada intrusión o molestia; pero en general desconfían del hombre y les enoja la presencia de un neófito en el plano astral, por lo que se le aparecen en espantable forma. Si el recién llegado no se deja amedrentar por semejantes vestigios, le dejarán tranquilo como un mal necesario, y es fácil que con el tiempo se le muestre amigo alguno de ellos.

Otros órdenes de espíritus de la naturaleza son formales y no se entretienen en puerilidades como los que acabamos de describir, y a ellos pertenecen las entidades que en diversas ocasiones han sido reverenciadas como dioses locales o de los bosques. Estas

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entidades gustan de la lisonja que acompaña a la veneración que se les tributa y sin duda están dispuestos a recompensar la veneración con algún servicio25.

Los adeptos saben cómo utilizar en caso necesario los servicios de los espíritus de la naturaleza; pero el mago ordinario sólo recibirá su auxilio por los procedimientos de invocación o de evocación, esto es, por medio de súplicas en que le ofrezca algo en cambio del servicio, o movilizando influencias que le obliguen a obedecer. Ambos procedimientos son de siniestra índole y el de la evocación sumamente peligroso, porque el evocador podría actualizar alguna influencia hostil que le fuera fatal. Desde luego que a ningún discípulo le permitirá su Maestro ni siquiera el intento de semejantes prácticas.

4ª Clase

Se pueden considerar como un reino inmediatamente superior al humano, como el humano es inmediatamente superior al animal; pero con la importante diferencia de que mientras para el animal no hay otro camino de evolución, en cuanto se nos alcanza, que pasar por el reino humano, el hombre tiene al llegar a un alto nivel, abiertos ante sí, siete senderos, uno de los cuales es la evolución dévica.

Su comparamos este sendero con la sublime renunciación del nirmânakâya, veremos por qué en algunos tratados se dice que quienes lo eligen ceden a la "tentación de ser dioses"; pero de esta frase no se ha de inferir vituperio alguno a quienes escogen dicha línea de evolución, que no es la más corta, aunque sí muy noble, y si la desenvuelta intuición del hombre le impele a ella, seguramente que será la mejor adecuada a sus facultades. No debemos olvidar que tanto en la ascensión espiritual como en la física, no todos son capaces del esfuerzo que requiere seguir el sendero más escarpado, y hay muchos para quienes el sendero más llano es el único posible, y seríamos indignos discípulos de los grandes Instructores si consintiéramos que nuestra ignorancia emitiera el más leve pensamiento desdeñoso contra quienes no eligen el mismo sendero que nosotros.

Sin embargo, por la completa ignorancia de las dificultades del porvenir, nos es imposible en el presente estado de evolución predecir lo de qué seremos capaces cuando después de muchas vidas de pacientes esfuerzos hayamos adquirido el derecho de escoger nuestro futuro; y en verdad que aun aquellos que cedan a la "tentación de ser dioses", tienen ante sí una carrera suficientemente gloriosa, según vamos a ver. Para evitar toda mala inteligencia, conviene advertir que la frase "llegar a ser dioses" tiene en los libros otro significado de índole maligna, aunque en este sentido no podrá ser una tentación para el hombre altamente evolucionado y por consiguiente es ajeno a nuestro estudio.

En la literatura oriental se usa frecuentemente la palabra "deva" para significar cualquier clase de entidades no humanas, por lo que por una parte incluyen a sus divinidades y por otra a los espíritus de la naturaleza y a los elementales ficticios o artificiales. Sin embargo, contraeremos el significado de devas a la magnificente evolución que estamos considerando.

Aunque relacionados con la tierra no están los devas confinados en ella, porque el conjunto de nuestra presente cadena de siete globos es para ellos como un solo globo, pues evolucionan en un superior sistema de siete cadenas. Hasta ahora se han reclutado

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. LOS DEVAS.- La superior línea de evolución relacionada con nuestro mundo físico es, según alcanza nuestro conocimiento, la de los seres llamados devas por los hinduistas, y que también en otras partes han recibido los nombres de ángeles, hijos de Dios, etc. El dios local puede ser también una entidad artificial o ficticia según la consideraremos en su apropiado lugar.

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principalmente sus huestes de otras humanidades del sistema solar, unas superiores y otras inferiores a la nuestra, pues muy pocos individuos de la terrestre han llegado al nivel en que fueron capaces de unirse a la evolución dévica; pero parece cierto que algunas de sus numerosas clases no han pasado en el camino de su evolución por ninguna humanidad comparable a la nuestra.

En la actualidad no nos es posible comprender gran cosa de lo concerniente a los devas; pero desde luego es evidente que la meta de su evolución ha de ser muy superior a nuestra meta; es decir, que mientras la finalidad de la evolución humana es elevar a quienes de ello sean capaces a cierto grado de oculto conocimiento al fin de la séptima ronda, el objeto de la evolución dévica es elevar a sus primeras filas a un nivel muchísimo más alto en igual tiempo. Y entonces, tanto para ellos como para nosotros, se abrirá un sendero más escarpado, pero también más corto, que conduzca a los esforzados a más sublimes alturas que en el caso de ellos sólo podemos conjeturar cuáles son.

En nuestro estudio del plano astral sólo necesitamos mencionar las tres inferiores categorías de los devas, que son los devas astrales, llamados en la antigua terminología kamadevas; los devas mentales inferiores o rupadevas; y los mentales superiores o arrupadevas.

Así como el cuerpo físico es el más inferior posible en el hombre, así el cuerpo astral es el más inferior posible en el kamadeva26. Está el deva astral en análoga situación a la en que se hallará la humanidad cuando llegue al globo F de la actual cadena planetaria; y aunque vive en cuerpo astral, puede desprenderse de él y visitar en cuerpo mental la esfera superior, así como el hombre puede desprenderse del cuerpo físico para actuar en cuerpo astral. Si el deva astral está bastante evolucionado no le será la actuación en cuerpo carnal más difícil que para el hombre es el uso del cuerpo mental.

De la propia suerte, el cuerpo inferior del rupadeva es el mental o sea el constituido con materia de los cuatro suplanos inferiores del plano mental, o subplanos de las formas, mientras que el cuerpo inferior del arrupadeva es el causal, constituido por materia de los tres planos superiores del plano mental27. Sin embargo, la manifestación de los devas mentales y causales en el plano astral es tan sumamente rara como la manifestación materializada de una entidad en el plano físico, por lo que basta con mencionar esas dos categorías de devas.

En cuanto a la categoría inferior, la de los devas astrales, sería muy craso error considerarlos inmensamente superiores al hombre, pues algunos proceden de una humanidad menos adelantada que la nuestra. El término medio de sus individuos aventaja de mucho a nuestro término medio, porque se ha eliminado hace tiempo de sus filas todo lo activo e intencionadamente maligno; pero los individuos difieren muchísimo en disposición, y un hombre de altas cualidades morales, de exquisita espiritualidad, inegoísta y magnánimo, puede estar más adelantado en la escala de la evolución que algunos de ellos.

Se puede llamar la atención de los devas astrales por medio de ciertas evocaciones mágicas, pero la única voluntad humana capaz de subyugar a la suya es la de una muy alta categoría de adeptos. Generalmente parece como si no se dieran cuenta de nosotros en el

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La denominación de kamadeva es muy impropia por lo engañosa, pues lo kámico es sinónimo de pasional, vicioso, siniestro, lo que no cuadra bien en un deva. Es muy exacta la denominación de devas astrales. (N. del T.)

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Siempre que en las obras teosóficas se habla del cuerpo mental se entiende del cuerpo mental inferior, constituido por materia de los cuatro subplanos inferiores, y el cuerpo causal equivale a mental superior, constituido por materia de los tres subplanos superiores. Rupa significa forma y arrupa sin forma. (N. del T.)

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plano físico; pero de cuando en cuando sucede que uno de ellos advierte alguna tribulación humana que excita su compasión y presta su ayuda, así como nosotros auxiliamos a un animal que vemos angustiado. Sin embargo, comprenden que en el presente estado de la evolución cualquiera interferencia en los humanos negocios sería más perjudicial que beneficiosa.

Superiores en categoría a los devas astrales hay otras cuatro, y sobre todo el reino dévico se hallan las vastas huestes de espíritus planetarios cuya consideración estaría fuera de lugar en un estudio sobre el plano astral.

Aunque en rigor no pertenecen a ninguna de las clases de habitantes no humanos del plano astral, viene a propósito mencionar a los admirables e importantes seres llamados los cuatro Devarrajas o Devarregios. En esta denominación la palabra deva no debe tomarse en el mismo sentido que hasta ahora, porque no rigen el reino dévico, sino los cuatro "elementos" tierra, agua, aire y fuego, con sus moradores espíritus de la naturaleza y esencias elementales. Nada sabemos acerca de cómo evolucionaron los cuatro Devarregios para llegar a tan alto grado de sabiduría y poder, aunque es seguro que no pasaron por ninguna etapa correspondiente a nuestra humanidad.

También se les llama Regentes de la Tierra o Ángeles de los cuatro puntos cardinales28, y en las escrituras hinduistas se les apellida

A ellos se refieren las simbologías religiosas, y se les ha tributado siempre profunda reverencia como protectores de la humanidad.

Son los agentes del karma del hombre durante la vida terrena y, por lo tanto, desempeñan importantísima parte en el destino humano. Las excelsas deidades kármicas del Cosmos, llamadas Lipikas en

También los Devarrajas vigilan constantemente la vida del individuo para contrabalancear los perpetuos cambios que en su condición introduce el hombre por su libre voluntad y por la de quienes le rodean, a fin de que no prevalezca injusticia alguna y que de un modo u otro se cumpla el karma30. Son capaces de asumir forma humana a voluntad y se recuerdan varios casos en que así lo hicieron.

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Chabur Maharajás, y se les da los propios nombres de Dhritarâshtra, Virûdaka, Virupaksha y Vâishrâvana. En las mismas escrituras se dan a las huestes de elementales sujetos a los cuatro Devas Regios los nombres de Gandharvas, Kumbhandas, Nagas y Yakshas, correspondientes al este, sur, oeste y norte, respectivamente, y cuyos simbólicos colores son: blanco, azul, rojo y amarillo de oro. En La Doctrina Secreta se les llama "globos alados" y "ruedas ígneas"; y en la profecía de Ezequiel se les describe con palabras muy semejantes29. La Doctrina Secreta, pesan las acciones de cada personalidad al término de la vida astral y proporcionan el molde de un doble etéreo exactamente adecuado al karma del individuo en su próxima vida terrestre; pero como quiera que los Devarrajas gobiernan los "elementos" constituyentes del doble etéreo, disponen su proporcionalidad de modo que se cumpla exactamente la intención de los Lipikas. En prueba de que la Teosofía no es una sarta de delirios y fantásticas lucubraciones, véase la admirable coincidencia de lo expuesto por el autor y el siguiente pasaje del Apocalipsis: "Y después de estas cosas vi. cuatro ángeles que estaban sobre los cuatro ángulos de la tierra, deteniendo los cuatro vientos..." (Apocalipsis, Cáp. VII, vers. I) (N. del T.)

29

En la profecía de Ezequiel se describen las ruedas en los versículos del 15 al 21 del capítulo primero; y en los versículos del 2 al 19 del capítulo 10.

30

Una hermosa descripción de estos maravillosos seres se halla en La Doctrina Secreta.

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Las superiores categorías de espíritus de la naturaleza y huestes de elementales artificiales actúan como agentes suyos en la estupenda obra que realizan; pero todos los hilos están en sus manos y sobre ellos recae toda la responsabilidad. No se manifiestan muy a menudo en el plano astral, pero cuando se manifiestan son los más notables habitantes no humanos. A un estudiante de ocultismo no habrá necesidad de decirle que así como hay siete órdenes de espíritus de la naturaleza y siete de esencia elemental, debe de haber siete y no solamente cuatro Devarrajas; pero aparte del círculo de iniciación, poco se sabe y menos puede decirse de los tres superiores.

 

INFORMACION CORTESIA DE http://upasika.com/docs/leadbeater/Leadbeater%20Charles%20-%20El%20plano%20astral.pdf

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