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SHAMANISMO - habitantes humanos muertos


HABITANTES HUMANOS MUERTOS

Ante todo conviene advertir que el calificativo de muertos dado vulgarmente a los seres humanos no vivientes ya en el mundo físico es en rigor absurdo, pues el ser humano siempre está vivo en uno o en otro mundo, y a menudo están mucho más vivos que nosotros los que llamamos muertos. Por lo tanto, este calificativo debe entenderse aplicado a los seres humanos que temporalmente carecen de cuerpo físico. Se subdividen en las nueve clases siguientes:

1ª Clase

. LOS NIRMÂNAKÂYAS.- Esta clase es excepcional y sólo se menciona para completar la serie, porque es muy raro que tan excelsos seres se manifiesten en un mundo para ellos tan inferior como el astral. Cuando por alguna razón relacionada con su sublime obra, les conviene manifestarse en el plano astral, se elaboran previamente un cuerpo astral con la materia atómica del plano, así como el adepto en cuerpo mental se elabora un cuerpo astral, porque el suyo sería invisible en el mundo astral. Para ser capaces de actuar sin un momento de vacilación en cualquier plano, retiene el nirmânakâya un átomo de la materia de cada plano, que le sirve de núcleo en cuyo torno se agrupa la materia del respectivo plano cuando se han de elaborar con ella el cuerpo necesario para manifestarse en dicho plano10.

2ª Clase

Como quiera que el discípulo ha de ser un hombre de pura conducta y altos pensamientos, lo más probable es que sus fuerzas espirituales sean de extraordinaria intensidad, y si fuese al mundo celeste o devachán, su permanencia allí sería sumamente larga, por lo que se prefiere seguir el Sendero de Renunciación, imitando, aunque de humilde manera, el ejemplo del Insigne Maestro de la Renunciación, Gautama el Buda, de suerte que emplea toda aquella almacenada energía espiritual en beneficio de la humanidad; y así, por infinitesimal que su ofrenda sea, participa modestamente en la gran obra de los nirmânakâyas. Al proceder de esta manera no cabe duda de que renuncia a siglos de intensa felicidad; pero, en cambio, tiene la inmensa ventaja de continuar sin interrupción su vida de progresiva actividad.

Cuando un discípulo se decide a renunciar al devachán, se desprende definitivamente del cuerpo físico en vez de desprenderse de él interinamente como hasta entonces tan a menudo hiciera, y espera en el plano astral a que su Maestro le disponga una nueva encarnación. Como quiera que este procedimiento se aparta muchísimo del ordinario, es preciso recabar licencia de una altísima autoridad para realizarlo; y aunque se obtenga, es tan potente la fuerza de la ley natural, que el discípulo ha de tener sumo cuidado en mantenerse estrictamente en el nivel astral, pues si por un momento siquiera tocara el plano

10

. LOS DISCIPULOS EN ESPERA DE REENCARNACION.- Se ha expuesto en varios tratados teosóficos que cuando un discípulo llega a cierto grado de perfeccionamiento es capaz, con el auxilio de su Maestro, de eludir la acción de la ley natural que ordinariamente obliga a los desencarnados a obtener en el mundo celeste el resultado de la plena actualización de las fuerzas espirituales que con sus altas aspiraciones movilizaron durante su vida terrena. Más amplia información de la actuación de los nirmânakâyas se hallará en la obra de Blavatsky La Voz del Silencio, y en la mía Protectores Invisibles.

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devachánico o mundo mental, quedaría arrastrado por la irresistible corriente de la normal evolución.

En algunos casos, por cierto muy raros, se le ahorran al discípulo las molestias de un nuevo nacimiento, infundiéndose en un cuerpo adulto cuyo poseedor ya no lo necesita; pero no siempre se encuentra un cuerpo a propósito en semejantes circunstancias. Lo más frecuente es que, como ya hemos dicho, espere el discípulo en el plano astral la eventualidad de un oportuno nacimiento. Pero entre tanto no pierde el tiempo, porque continúa siendo el mismo que siempre fue y es capaz de proseguir la tarea que su Maestro le encomendó aún más pronta y eficazmente que cuando actuaba en cuerpo físico, porque no tropieza con el estorbo de la posibilidad de fatiga. Actúa con plenitud de conciencia con igual facilidad en todos los subplanos del astral.

No es el discípulo en espera de reencarnación una entidad muy frecuente en el mundo astral, pero se le encuentra ocasionalmente y por esto forma una de las nueve clases. Sin duda que según adelante la evolución humana y mayor número de individuos vayan entrando en el Sendero de Santidad, será más numerosa esta clase.

3ª Clase

El hombre de noble conducta y puros pensamientos será capaz de hacerlo así porque subyugó durante la vida terrena las pasiones morbosas, dirigió su voluntad por superiores canales y le queda poca energía de siniestros deseos que haya de consumirse en el plano astral. Por tanto, su actuación allí será muy corta y lo más probable es que tenga una confusa conciencia hasta que caiga en el estado de sueño durante el cual el Ego se libre del cuerpo astral y entre en la beatífica vida del mundo celeste.

Para quien no ha entrado todavía en el Sendero de oculto desenvolvimiento, es un ideal cuanto acabamos de describir, pero no todos ni siquiera la mayoría llegan a realizar este ideal, pues la generalidad de las gentes no se libran de sus malos deseos antes de la muerte, y necesitan un largo período de más o menos plena conciencia en los subplanos del astral para que se extingan las fuerzas siniestras que engendró.

Todo ser humano ha de pasar después de la muerte física por todos los subplanos del astral en su camino hacia el mundo celeste, aunque no se sigue de ello que haya de ser conciente en todos ellos. Así como es necesario que el cuerpo físico contenga en su constitución materia sólida, líquida, gaseosa y etérica, así también es indispensable que el cuerpo astral contenga partículas de todos los grados de materia astral, aunque las proporciones varían muchísimo en los diferentes casos.

Conviene recordar que junto con la materia de su cuerpo astral atrae el hombre la correspondiente esencia elemental y durante su vida esta porción de esencia elemental de disgrega de la masa circundante y forma una especie de elemental artificial con definida

. EL HOMBRE ORDINARIO DESPUES DE LA MUERTE.- Desde luego que esta clase es millones de veces más numerosa que las ya citadas, y el carácter y condición de sus individuos varían entre límites enormemente distantes; y por lo tanto, también varía la duración de su vida astral, pues mientras algunos sólo permanecen allí unos cuantos días, y algunos tan sólo horas, otros están muchos años y aún siglos. Quien durante la vida terrena haya seguido una buena y pura conducta y cuyos más vivos sentimientos y aspiraciones hayan sido espirituales e inegoístas, no se aficionará al plano astral ni hallará en él gran cosa que le sirva ni que pueda ponerle en actividad durante el relativamente corto período de su estancia. Porque se ha de entender que después de la muerte del cuerpo físico, el Ego se retrae en sí mismo, y debe en cuanto le sea posible desechar también el cuerpo astral y pasar al mundo celeste, donde fructifiquen sus espirituales aspiraciones.

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existencia propia, aunque temporal, y sigue el curso de su natural involución sin conocimiento de las conveniencias o intereses del Ego a que está adherido, de lo que resulta la perpetua lucha del alma con las incitaciones de la carne a que tan frecuentemente aluden los autores religiosos.

Sin embargo, aunque hay "una ley en los miembros que se rebela contra la ley del espíritu"11 y aunque si el hombre cede a la ley de sus miembros en vez de reprimirla, entorpecerá gravemente su evolución, no se ha de considerar como un mal absoluto, porque en rigor es también una ley, una efusión de la divina energía que sigue su ordenado curso de involución hacia la materia densa, en vez del curso del Ego que va ascendiendo y separándose de ella.

Cuando al morir el cuerpo físico pasa el hombre al mundo astral, las desintegradoras fuerzas de la naturaleza comienzan a actuar sobre su cuerpo astral y el citado elemental tiene entonces existencia de peligrosa entidad separada. Por lo tanto, se apresta el hombre a la defensa y a mantener en cohesión el cuerpo astral tanto tiempo como le sea posible, para lo cual reordena la materia constituyente en una serie de capas, dejando en el exterior la más densa por ser la más resistente a la desintegración.

Permanece el hombre en este ínfimo subplano hasta desasir de él a su verdadero ser, y entonces concentra su conciencia en la siguiente capa constituida por materia del sexto subplano, esto es, que se transfiere a este subplano. De esta suerte van eliminándose del cuerpo astral las partículas de materia correspondientes al subplano del que ya se ha retraído el Ego por no sentir atracción por él, de modo que la densidad del cuerpo astral va disminuyendo a medida que sube de nivel, y únicamente se detiene cuando la densidad de su cuerpo astral es la misma que la de la materia del subplano. Así se explica que algunas entidades astrales que se manifiestan en las sesiones espiritistas adviertan que están a punto de elevarse a más altas esferas desde donde les será imposible o por lo menos muy difícil comunicarse mediúmnicamente; y, en efecto, es imposible que una entidad residente en el subplano superior del astral se comunique con un médium.

Así vemos que la permanencia del Ego en cualquier subplano del astral está precisamente en relación con la cantidad de materia que de dicho subplano contiene su cuerpo astral, y esta cantidad depende a su vez de la conducta que observó durante la vida terrena y los deseos que satisfizo. Por consiguiente, es posible que quien haya vivido de conformidad con la divina ley, con armónicas emociones y puros y altos pensamientos, tenga al morir el cuerpo físico muy corta cantidad en su cuerpo astral de materia de los subplanos inferiores, de suerte que muy luego las fuerzas desintegrantes eliminarán dicha corta cantidad de materia grosera y podrá el Ego ascender hasta el subplano cuya densidad sea la misma que la de la mayoría de su cuerpo astral.

Si el individuo ha sido durante su vida terrena enteramente espiritual, su cuerpo astral será tan sutil que atravesará en rápida ascensión todos los suplanos del astral y despertará conscientemente en el subplano inferior del mundo celeste o plano mental, llamado también plano devachánico.

Desde luego que, como quedó explicado anteriormente, los conceptos de ascensión, subida, paso, etc., son puramente convencionales, pues en realidad los planos y subplanos no están superpuestos ni escalonados como las capas de una cebolla o los peldaños de una gradería, sino que se interpenetran a pesar de la diferente densidad de sus materias como

11

Paráfrasis del texto de San Pablo en el versículo 23 del capítulo VII de la Epístola a los Romanos (N. del T.).

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está interpenetrado el aire en el agua potable12. Así es que al decir que el Ego pasa de un subplano a otro no damos a entender que se mueva en el espacio, sino que enfoca su conciencia en aquel subplano.

En el ínfimo subplano del astral sólo permanecen los individuos que durante su vida terrena alimentaron pasiones siniestras y deseos brutales, los beodos habituales, los lujuriosos, avaros, egoístas y crueles. Permanecerán allí durante un tiempo proporcional a la intensidad de sus siniestras emociones, con terribles sufrimientos dimanentes de que sus torpes deseos son tan vivos como en la tierra y no pueden satisfacerlos, a menos que obsesionen a algún viviente en el mundo físico que alimente los mismos deseos y se valgan de su cuerpo físico para satisfacerlos.

Los individuos de honesta conducta, poco hallarán probablemente que les retenga en el ínfimo subplano del astral; pero si sus pensamientos y deseos durante la vida física se enfocaron tenazmente en las cosas materiales y en los intereses, se detendrán en el sexto subplano atraídos todavía por los lugares que frecuentaron y las personas con quienes más íntimamente convivieron.

De análoga índole son los subplanos quinto y cuarto, pero ya no le atraen tan intensamente al desencarnado las cosas del mundo terrestre, y propende a modelar su ambiente en relación con la índole de su más persistente pensamiento.

En el tercer subplano advertimos que sus habitantes viven en imaginarias ciudades, aunque no cada individuo en la por él imaginada, sino en herencia y ampliación de las imaginativamente construidas por sus predecesores. Allí se encuentran iglesias, escuelas y casas de la tierra de verano o país estival tan a menudo descritas en las sesiones espiritistas; pero al observador viviente en la tierra que visita dicho subplano no le parecen semejantes construcciones tan reales y hermosas como las consideran sus creadores.

El segundo subplano parece la especial residencia del tartufismo religioso, de los clérigos y prelados egoístas y de nula espiritualidad que se ufanan de sus lujosos ornamentos y se jactan de ser la personal representación de la particular deidad de su país y de su época.

El primer subplano parece estar particularmente apropiado a quienes durante la vida terrestre se entregaron a investigaciones intelectuales de tipo materialista, no precisamente en beneficio de la humanidad, sino más bien por motivos de ambición egoísta o por deporte y entretenimiento intelectual. Tales individuos permanecen durante largos años en este primer subplano, gozosos en la resolución de sus problemas intelectuales, pero sin beneficiar a nadie, y adelantando muy poco en el camino hacia el mundo celeste.

Se ha de entender, según queda dicho, que la idea de espacio abierto no se ha de asociar en modo alguno con estos subplanos. Una entidad desencarnada que actúe en uno de los subplanos del astral, podrá trasladarse al punto de la atmósfera terrestre a donde le lleve su pensamiento; pero, no obstante, el traslado de lugar no será capaz de enfocar su conciencia en el subplano inmediatamente superior hasta cumplido el proceso de desasimilación ya explicado.

12

El agua del mar nos ofrece vivo ejemplo de esta interpenetración, pues del análisis químico se infiere que contiene materia sólida, materia líquida y materia gaseosa, desde el punto de vista del plano físico. Además, cada una de estas materias contiene sus contrapartes etérea y astral. Sin embargo, constituye una sola masa (N. del T.).

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Esta regla no tiene excepción que sepamos, aunque naturalmente las acciones del hombre cuando se halla consciente en un subplano pueden, dentro de ciertos límites, acortar o alargar su relación con él.

Pero la intensidad de la conciencia de un individuo en determinado subplano no sigue invariablemente la misma ley. Por ejemplo, su pongamos el caso extremo de un hombre que trajo de su anterior encarnación tendencias cuya manifestación requiere gran cantidad de materia del séptimo subplano astral, pero que en su presente vida tuvo ocasión de conocer en sus primeros años la posibilidad y necesidad de subyugar dichas tendencias. Es poco probable que tengan completo éxito sus esfuerzos para subyugarlas; pero si lo tuvieran, irían lentamente sustituyéndose por partículas finas las groseras de su cuerpo astral.

Este proceso sería muy lento y pudiera ocurrir que el individuo muriese antes de haberse sustituido por las finas la mitad de las partículas groseras, por lo que aún quedaría bastante materia del ínfimo subplano en su cuerpo astral para obligarle a permanecer allí largo tiempo; pero también tendría en su cuerpo astral materia por cuyo medio no hubiese tenido el hábito de actuar en dicha encarnación, y como este hábito no se contrae de repente, el resultado fuera que el individuo permanecería en el ínfimo subplano hasta desintegrar la materia que de este subplano contuviera su cuerpo astral, aunque estaría inconsciente y como dormido sin que le afectasen las desagradables influencias del subplano.

Digamos de paso que la comunicación mutua de las entidades astrales está limitada, como en el mundo físico, por el conocimiento individual, es decir, que sólo se comunican y tratan y se relacionan entre sí los individuos que tienen las mismas ideas, el mismo idioma y las mismas simpatías, mientras que un discípulo es capaz de usar su cuerpo mental para comunicar sus pensamientos a las entidades humanas más fácil y rápidamente que en la tierra por medio de impresiones mentales.

La poética idea que considera la muerte como la niveladora universal es un absurdo nacido de la ignorancia, pues en la inmensa mayoría de los casos la pérdida del cuerpo físico no altera el carácter moral e intelectual del individuo, y de aquí que entre los habitantes desencarnados del mundo astral haya la misma variedad de mentalidades y moralidades que observamos en el mundo físico.

Las vulgares enseñanzas religiosas de Occidente respecto a la escatología humana, o como se dice en términos teológicos de los novísimos o postrimerías del hombre, han sido y siguen siendo tan inexactas, que aun individuos de clara inteligencia se encuentran terriblemente perplejos al recobrar la conciencia en el plano astral después de la muerte física. La condición en que se ve el recién llegado difiere tan radicalmente de cuanto se le enseñó a esperar, que muchos se resisten a creer que hayan muerto. Tan escaso valor práctico tiene la jactanciosa creencia vulgar en la inmortalidad del alma, que gran número de individuos considera el hecho de estar todavía conscientes, como una prueba absoluta de que no han muerto.

Además, a la horrible doctrina de las penas eternas se han de achacar los lastimeros e infundados terrores que sobrecogen a los nuevamente llegados. En muchos casos, pasan largos períodos de agudo sufrimiento mental antes de verse libres de la funesta influencia de tan horrenda blasfemia, y convencerse de que el universo no está gobernado por el capricho de un demonio que se deleita en la angustia humana, sino por la benévola y paciente ley de evolución. Muchísimas entidades astrales de la clase que estamos considerando no tienen verdadero concepto de la evolución y pasan su vida astral con la

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misma indiferencia con que pasaron su vida física; y así, después de la muerte, como antes de ella, pocos se dan cuenta exacta de su situación ni saben sacar de ella el mayor provecho, mientras que muchos son los que no han logrado todavía este conocimiento, de modo que como siempre sucede, el ignorante no está dispuesto a escuchar el consejo ni a seguir el ejemplo del sabio.

Pero cualquiera que sea el grado de inteligencia de la entidad astral, fluctúa continuamente, porque la mente inferior está influida en opuestos sentidos por la naturaleza espiritual que actúa en los niveles superiores y las potentes fuerzas del deseo que actúan desde abajo. Por lo tanto, oscila la mente inferior entre las dos atracciones, aunque con siempre creciente tendencia hacia la naturaleza superior a medida que se van debilitando hasta extinguirse las fuerzas del deseo.

Aquí interviene una de las objeciones contra las sesiones espiritistas. Un individuo sumamente ignorante o muy degradado, podría aprender mucho y bueno, puesto en contacto con una reunión de personas estudiosas presididas por un instructor prestigioso; pero en la generalidad de los individuos de la clase que consideramos, la conciencia se está transfiriendo de la naturaleza inferior a la superior, y para que desde el mundo físico le ayuden a evolucionar es necesario distraer de su pasivo estado la naturaleza inferior y reavivarla para ponerla en contacto con un médium.

El peligro de esta comunicación se advierte al considerar que como el Ego se retrae en sí mismo, no es capaz de influir en la naturaleza inferior, que mientras no se separe completamente puede generar karma que, dadas las circunstancias, será con preferencia siniestro.

Aparte de la influencia que de un médium pueda recibir una entidad astral, hay otra mucho más frecuente capaz de retardar el progreso de una entidad desencarnada en su camino hacia el mundo celeste. Esta siniestra influencia es la de la aguda e irreprimible pena que por la pérdida del ser amado experimentan sus parientes y amigos. Este es uno de los muchos tétricos resultados de la tremendamente equivocada e irreligiosa idea desde hace siglos dominante en Occidente acerca de la muerte, que no sólo ocasiona intenso e innecesario duelo por la temporaria separación de los seres amados, sino que la aguda afición de los que se quedan perjudica grandemente al que se marchó del lado de los suyos. Cuando nuestro desencarnado hermano, si cumplió como bueno durante la vida terrena se sume pacífica y naturalmente en la inconsciencia que precede a su despertar en los esplendores del mundo celeste, le perturban las vibraciones de los llantos, lamentos y gemidos que renuevan el recuerdo de las cosas del mundo que acaba de dejar.

Convendría que cuantos pierden temporalmente a un ser amado se convencieran del deber en que están, en beneficio del mismo ser amado, de reprimir su dolor, que, por natural que pueda ser, es esencialmente egoísta. No quiere esto decir ni mucho menos, que las enseñanzas ocultas aconsejen el olvido de los muertos; antes al contrario, afirman que el afectuoso recuerdo de los que ya salieron de este mundo es una fuerza que, acertadamente dirigida en el sentido del ferviente deseo de que llegue pronto al mundo celeste, le será sumamente provechosa, mientras que las quejumbrosas lamentaciones y los copiosos llantos no sólo son inútiles, sino perjudiciales. Con seguro instinto prescribe la religión hinduista las ceremonias fúnebres del

Sin embargo, sucede a veces que el deseo de comunicación proviene del desencarnado, por la necesidad en que se encuentra de advertir algo de excepcional importancia a los que dejó en la tierra, como, por ejemplo, el sitio donde está guardado un

shraddha y la Iglesia Católica las oraciones por los difuntos.

21 C.W.Leadbeater – El Plano Astral

testamento que se cree perdido, aunque más a menudo el deseo de comunicación es trivial; pero sea como sea, si está firmemente arraigado en el ánimo del difunto, conviene que pueda realizarlo, pues de lo contrario la ansiedad mantendría atraída constantemente su atención hacia las cosas de la tierra, estorbándole el paso hacia el mundo celeste. En tal caso un psíquico capaz de comprenderle o un médium que le sirva de instrumento de comunicación, podrán prestarle un verdadero servicio.

Acaso se pregunte por qué el difunto no puede hablar o escribir sin el auxilio de un médium. La razón es que un estado de materia sólo puede actuar sobre el estado inmediatamente inferior, y como el difunto no tiene en su organismo otra materia densa que la de su cuerpo astral, le es imposible provocar vibraciones sonoras en el aire ni mover un lápiz sin tomar prestada materia etérea, que es la inmediatamente inferior a la astral, con la que puede transmitir un impulso desde el plano astral al plano físico. No puede sustraer esta materia de una persona normal cuyos principios están íntimamente enlazados porque no dispone de medios suficientes para separarlos; pero como la característica de la mediumnidad es la fácil separación de los principios constituyentes del hombre, puede extraer sin dificultad de un médium la materia que necesita para manifestarse.

Cuando la entidad desencarnada deseosa de comunicación con los encarnados no encuentra un médium a propósito o no sabe cómo valerse de él, hace chapuceros y desatinados esfuerzos para comunicarse por su cuenta y la intensidad de su deseo pone en ciega actuación fuerzas elementales de que resultan las incoherentes manifestaciones del repiqueteo de timbres, lluvia de piedras, movimiento de muebles, etc. Si por acaso un psíquico o médium va a la casa donde semejantes manifestaciones se producen, puede ser capaz de averiguar qué entidad es la causante y recibir su comunicación, dando con ello fin a las perturbaciones. Sin embargo, no será siempre este el caso, pues las fuerzas elementales pueden ponerse en acción por varias causas.

4ª Clase

Aun en el caso de un individuo que no haya sido tan virtuoso durante la vida física, se logrará casi el mismo resultado si las fuerzas de los siniestros deseos y pasiones se agotan durante la vida astral. Pero la inmensa mayoría de los humanos hacen tan sólo débiles y fríos esfuerzos durante la vida terrena para reprimir y rechazar los nocivos impulsos de su naturaleza inferior, y en consecuencia se condenas a una más prolongada estancia en el plano astral y también a la pérdida de una porción de su mente inferior.

Desde luego que esta frase es un método material de expresar el reflejo de la mente superior en la inferior; pero se tendrá más clara idea de lo que efectivamente sucede si adoptamos la hipótesis de que la mente envía una parte de sí misma a la personalidad de cada encarnación, y espera reintegrarla al fin de la vida terrena, enriquecida con todas sus variadas experiencias. Pero la mayoría de las gentes se esclavizan tan lastimosamente a sus bajos deseos, que una porción de su mente inferior se entreteje tan íntimamente con el cuerpo astral, que con él se separa del Ego. Por lo tanto, en este caso el desechado cuerpo no sólo constará de materia astral, sino también de las partículas de materia mental con ella

. LA SOMBRA.- Cuando el Ego con sus principios superiores se separa definitivamente del cuerpo astral, termina la vida astral y pasa al mundo o condición devachánica. Así como en la muerte física se desprende el Ego del cuerpo físico, así en la muerte astral desecha el cuerpo astral, que también se desintegra como se desintegró el físico. Si el Ego se purificó completamente de todo deseo mundano y de toda pasión siniestra durante la vida terrena, y dirigió sus energías por la línea de la inegoísta aspiración espiritual, quedará revestido del cuerpo mental como externa envoltura, y el desechado cuerpo astral será un cadáver como un tiempo lo fue el desechado cuerpo físico.

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entretejidas y que por decirlo así quedaron arrancadas de la mente inferior. La proporción de materia astral y materia mental inferior contenidas en el desechado cuerpo depende del grado en que la mente inferior se ha entretejido con las pasiones siniestras y bajos deseos. La combinación de ambas clases de materia es tan fuerte, que al pasar el desechado cuerpo por los subplanos del astral no puede separarse la parte mental. Así se pone en existencia una temporánea entidad llamada "La Sombra", que no es en modo alguno el Ego o verdadero ser humano, que pasó al mundo celeste; pero que, no obstante, ofrece la misma apariencia de la personalidad que tuvo en la tierra, y conserva su memoria y sus extremas características hasta el punto de que se puede confundir con la entidad real como en efecto suele confundirse en las sesiones espiritistas13.

Desde luego que esta sombra no es capaz de personificación en el sentido de atribuirle conciencia; pero sus reminiscencias simulan la verdadera entidad y cabe suponer el horror de los parientes y amigos del desencarnado si supieran que la pretendida manifestación del ser querido no es más que un inanimado manojo de sus inferiores cualidades.

La duración de la sombra varía según la cantidad de materia mental que contiene, y como está en continuo proceso de desintegración, van debilitándose sus vibraciones, aunque por sintonización puede comunicarse substrayendo algo de la materia mental del médium que le sirve de instrumento. También por sintonización es capaz la sombra de que la afecten todas las corrientes malignas y por su propia índole es incapaz de responder a las corrientes armónicas. Por esta circunstancia se presta fácilmente a que la manejen en su provecho los magos negros de inferior categoría. Al desintegrarse la sombra, la materia mental que contuvo se entrefunde con la masa del plano mental sin pasar a formar parte del cuerpo mental de ningún individuo.

5º Clase

13

. EL CASCARON.- Es el cadáver astral en el último grado de desintegración, cuando ya no le queda ninguna partícula de materia mental. Carece por completo de Este fenómeno metapsíquico es uno de los puntos más difíciles y abstrusos de las enseñanzas teosóficas. Los recientes progresos de las ciencias fisicoquímicas nos ayudan a dar una explicación racional que quizá satisfaga a los versados en dichas ciencias. Cuando el autor dice que la mente envía a la personalidad en cada encarnación una porción de sí misma, significa que en la actual etapa de la evolución humana y durante la vida terrena, la inmensa mayoría de los individuos sólo ponen en plena actividad el cuerpo físico para las acciones, el cuerpo astral para las emociones y el cuerpo mental inferior o mente concreta para los pensamientos, nociones, ideas y conceptos derivados de la percepción del mundo exterior por medio de los sentidos. No cabe duda de que de la actuación de estos tres cuerpos durante la vida terrena deriva la experiencia y de ésta el adelanto del Ego cuyo propio y peculiar vehículo es el cuerpo causal o mente superior, y por esto dice el autor que la mente superior, espera reintegrarse la inferior al fin de la vida terrena con todas sus variadas experiencias. El que la mente concreta o mente inferior, como también se la llama, se entreteja íntimamente con los pensamientos concretos y las emociones siniestras y bajos deseos, se demuestra porque no es posible desear sin pensar al mismo tiempo en el objeto deseado ni tampoco es posible una emoción siniestra, un sentimiento vil sin que le preceda y acompañe el pensamiento. La dificultad mayor está en comprender cómo se forma esa entidad ficticia llamada Sombra. Desde luego que es denominación metafórica, y se explica científicamente al considerar que la combinada materia del desechado cuerpo sigue vibrando en la tónica que vibró hasta la separación del Ego, como sigue vibrando una cuerda musical después de cesado el impulso que la puso en vibración. Pero como las materias astral y mental son incomparablemente más sutiles que la física, si la intensidad del impulso es muy enérgica, como lo son los pensamientos y emociones dimanentes del deseo pasional, la vibración ha de ser muy duradera y proporcionada al impulso que recibió. Además, se sabe que las vibraciones de la materia son proteicas, es decir que las sonoras son al propio tiempo cromáticas y el sonido está aliado con el color y con la forma. De aquí que las vibraciones del cuerpo desechado sean fiel reproducción o mejor dicho confirmación de las siniestras emociones y pensamientos que las iniciaron (N. del T.)

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inteligencia, porque le faltan las vibraciones de la materia mental y las corrientes astrales lo arrastran como nube empujada por el viento; pero si llega a ponerse en contacto con el aura de un médium, puede quedar momentáneamente galvanizado en una lívida carátula de vida, con los mismos rasgos fisonómicos de la persona a que perteneció y aun puede reproducir las expresiones familiares o muletillas y el carácter de letra de la persona desencarnada, por la automática acción vibratoria de sus partículas materiales que tienden a reproducir la modalidad de acción a que estuvieron habituadas, y si acaso denota el cascarón algo de inteligencia, no es la de la verdadera entidad, sino la tomada sintónicamente del médium o del guía, según las circunstancias.

Sin embargo, el cascarón queda más frecuentemente vitalizado por el medio descrito al tratar de la sexta clase, y también tiene la propiedad de responder automáticamente a las vibraciones groseras a que estuvo acostumbrado en su existencia como sombra; y por tanto, los individuos en quienes predominen los siniestros deseos y morbosas pasiones estarán expuestos, si asisten a las sesiones espiritistas, a que se intensifiquen por la maligna influencia del cascarón, pues cada cosa atrae a su semejante.

También hay un cascarón etéreo o sea el cadáver de la parte etérea del cuerpo físico, que ha de desintegrarse como éste; pero entre tanto, no flota de aquí para allá como el cascarón astral, sino que permanece a unos cuantos metros de distancia del cadáver denso, y pueden percibirlo las personas muy sensitivas, de donde provienen los relatos de fantasmas y aparecidos en los cementerios. Un psíquico notablemente desarrollado verá en los cementerios de las ciudades populosas centenares de formas espectrales blancoazuladas de consistencia nebulosa que planean sobre las sepulturas donde yacen los cadáveres de que recientemente se desprendieron, y como también se hallan en proceso de desintegración no es muy agradable el espectáculo.

El cascarón etéreo carece asimismo de conciencia e inteligencia, aunque a veces, en determinadas circunstancias, se puede galvanizar en una horrible forma de vida temporánea, por influencia de los repugnantes ritos y ceremonias de la más abominable y nefanda especie de magia negra.

Así vemos que en su marcha ascensional hacia el mundo celeste, le hombre desecha el cuerpo físico en sus dos partes, densa y etérea, y el cuerpo astral, que se van desintegrando, y su materia vuelve de nuevo a los respectivos planos para servir a la admirable química de la naturaleza.

6º Clase

. EL CASCARON VITALIZADO.- No debiera considerarse como humana esta ficticia entidad, pues sólo es el despojo insensible y pasivo del cuerpo astral de una entidad humana, aunque está vitalizado por el artificial elemental que lo anima, como creación de los malos pensamientos del hombre14. Trataremos de él más detenidamente al estudiar las entidades ficticias. Entre tanto sólo diremos que es a manera de un demonio tentador, de una maligna entidad cuya maligna influencia sólo está limitada por el alcance de su poder, y como la sombra, sirve de instrumento a las más abyectas modalidades de magia negra. Algunos tratadistas han dado a los cascarones astrales vitalizados la denominación de "elementarios", pero como se han llamado también así varias otras entidades ficticias del plano astral, resulta un nombre muy ambiguo y vale más evitarlo.

7º Clase

14

. SUICIDAS Y VICTIMAS DE ACCIDENTES.- Tácitamente se comprende que un individuo arrebatado de súbito a la vida física por suicidio o accidente en plena Tales pensamientos son los que repetidamente y de un modo constante ocupan la mente de aquellos que los mantienen (N. del T.)

24 C.W.Leadbeater – El Plano Astral

salud y vigor15 se hallará en el plano astral en condiciones muy distintas de las en que se encuentran los que mueren de vejez o enfermedad. Cuando el individuo en estos últimos años tiene sobrado tiempo de prepararse a bien morir, seguramente se le debilitan los deseos por las cosas de la tierra, y al morir se habrían eliminado ya las partículas groseras de su cuerpo astral, de modo que se encontrará en el sexto o el quinto subplano o acaso en el cuarto, porque el reordenamiento ha sido gradual y sin bruscos choques.

Pero en el caso de muerte repentina por accidente o suicidio fulminante, el individuo no ha tenido tiempo de predisponerse a la muerte, y la violenta separación del Ego del cuerpo físico se ha comparado acertadamente al brusco arranque del hueso de una fruta verde. El cuerpo astral contiene todavía muchas partículas groseras, y en consecuencia el individuo desencarnado se encuentra al morir en el séptimo subplano del astral. Sin embargo, los que mueren de accidentes y han observado durante toda su vida recta y noble conducta, no tienen tendencia al séptimo subplano, y por lo tanto pasan el tiempo que han de permanecer allí, según dice una primitiva carta sobre el asunto, "en feliz ignorancia y completo olvido, o en un estado de tranquila somnolencia henchida de rosados ensueños"16.

Por el contrario, si el individuo muerto violentamente fue en vida egoísta, cruel y lujurioso, se encontrará en el séptimo subplano del mundo astral, e inflamado por sus siniestras e indomadas pasiones, arriesga convertirse en maligna y terrible entidad, mas como ya no tiene cuerpo físico por cuyo medio satisfacer sus groseros apetitos, se vale del de un médium o de una persona de frágil voluntad y muy sensitiva a la que pueda obsesionar, de suerte que se deleita en la práctica de todos los artificios ilusorios que aquel subplano pone a su disposición para inducir a los incautos vivientes en el mundo físico a cometer los excesos que tan funestos le fueron.

De la misma carta aludida entresacamos el siguiente pasaje referente a dichas entidades: "Estos son los pisacas, los demonios íncubos y súcubos mencionados por los escritores medievales, demonios de la lujuria y de la gula, de la avaricia y de la crueldad, de la astucia y la hechicería que inducen a sus víctimas a cometer horribles acciones y se huelgan en la comisión"17.

A esta clase pertenecen los demonios tentadores a que aluden las religiones; pero su poder se estrella contra el broquel de una mente pura, un ánimo noble y una conducta impecable de alta espiritualidad, pues nada pueden contra un viviente en el mundo físico, a menos que haya alimentado los vicios que la entidad obsesionante trata de intensificar.

Un psíquico que haya actualizado la visión astral, verá bandas de estas desgraciadas entidades rondando en torno de los mataderos y carnicerías, de los tabernuchos, de los prostíbulos y otros lugares de los barrios bajos de las ciudades en dónde hallan el grosero ambiente en que se gozan, y se ponen en invisible contacto con vivientes de su misma calaña mental.

Para una de estas entidades es tremenda desgracia el encuentro con un médium de su misma índole, porque no sólo prolongará enormemente la duración de su deplorable vida astral, sino que irá generando indefinidamente mal karma y preparándose para una futura

15

Pertenecen a esta clase los que sufren la pena capital, pero no la muerte repentina a causa de una enfermedad en que amenace este peligro (N. del T.)

16

No parece que haya inconveniente en que un individuo de muy relevantes cualidades espirituales, se halle después de una muerte violenta, en el subplano astral de la misma densidad de materia de la de su cuerpo astral, sin haber de quedar dormido en el séptimo (N. del T.)

17

Los íncubos son los que bajo apariencia de varón tienen comercio carnal con la mujer. Los súcubos, por el contrario, los que bajo apariencia de mujer tienen comercio carnal con un varón (N. del T.)

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encarnación en desastrosas condiciones, con más el riesgo de perder gran parte de su poder mental. Pero si tiene la fortuna de no encontrar ningún médium ni persona sensitiva a quienes obsesionar, sus vicios y deseos pasionales se irán consumiendo lentamente por falta de satisfacción, y el sufrimiento que le cause este proceso llegará probablemente a agotar el mal karma de la vida pasada en la tierra.

La situación del suicida es más complicada porque su acto menoscaba enormemente el poder del Ego de llevarse consigo los principios inferiores, y por lo tanto lo expone a múltiples y ulteriores peligros; pero se ha de considerar que el suicidio admite muchos grados, desde el moralmente intachable de Sócrates y Séneca, hasta el nefando crimen del malvado que se quita la vida para eludir las consecuencias de sus viles fechorías.

Conviene advertir que tanto las entidades de esta clase como las sombras y los cascarones vitalizados son los que se llaman vampiros menores, porque para prolongar su existencia siempre que se les depara ocasión absorben o chupan la vitalidad de los vivientes a quienes obsesionan y aun a los que están en su esfera de influencia. De aquí que tanto el médium como los circundantes salgan debilitados de una sesión espiritista. Al estudiante de ocultismo se le enseña la manera eficaz de contrarrestar y vencer tan malignas influencias, pero sin este conocimiento es muy difícil evitarlas, y quien se coloque en su campo de fuerza quedará más o menos influido por ellas.

8º Clase

Los individuos de la quinta raza raíz hemos ya trascendido por evolución la posibilidad de merecer tan espantoso destino como el representado por los vampiros y lobos18; y así es que cuanto se refiere a ambas entidades se considera hoy vulgarmente como fábulas y leyendas medievales; pero

Los lectores de las obras teosóficas se darán cuenta de la posibilidad de que un hombre haya sido en vida tan abyecto y degradado, tan brutalmente egoísta, que su cuerpo mental inferior esté empapado de sus pasionales deseos y se separe del Ego. Algunos ocultistas suponen que este caso es más frecuente de los que parece y que se encuentran numerosas de estas formas desalmadas; pero afortunadamente no es cierta tal suposición. Para llegar al grado de abyección correspondiente al profundo hundimiento de la maldad que acarrea la pérdida de la personalidad y la debilitación de la evolucionante individualidad, sería necesario que le hombre sofocara todo vislumbre de inegoísmo o de espiritualidad sin el más mínimo punto de contrición redentora; y cuando advertimos que

18

. VAMPIROS Y LOBOS.- Aunque estas dos entidades difieren notablemente en varios aspectos, las clasificamos juntas, porque tienen en común cualidades de indecible horror y sumamente raras, como repugnantes anacronismos y espantosas reliquias de las razas primitivas, cuando el hombre y su ambiente no eran lo que son ahora. aun hoy se conocen casos aislados, sobre todo en los países que como Rusia y Hungría conservan sangre de la cuarta raza raíz. Desde luego que las populares leyendas acerca de estas dos entidades son muy exageradas, pero no deja de haber un fondo de verdad en las consejas y cuentos que pasan de boca en boca entre los campesinos de la Europa central. Las generales características de semejantes cuentos son demasiado conocidas para que necesiten algo más que una pasajera referencia, y ejemplo típico de ellos es la Carmilla de Sheridan. En la obra de Blavatsky Isis sin velo se encuentra una descripción de los vampiros. La denominación de vampiro es metafórica y deriva por analogía del nombre de un murciélago americano de unos 15 centímetros de largo que se alimenta de insectos y chupa la sangre de las personas dormidas, como el vampiro astral chupa la vitalidad o prana de las personas que somete a su influencia. La denominación de lobo también es metafórica por alusión a la feroz voracidad de este tan conocido animal carnicero (N. del T.)

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aun en los individuos más viles hallamos algo no enteramente malo, hemos de convenir en que están en exigua minoría las personalidades abandonadas por el Ego. Sin embargo, aunque pocas, las hay, y de ellas provienen los cada vez más raros vampiros.

La abandonada personalidad, incapaz de permanecer en el plano astral, se verá irresistiblemente arrastrada en plena conciencia a "su propio lugar", a la misteriosa octava esfera, donde se desintegra después de pasar por experiencias que vale más no describir. Pero si el hombre murió por suicidio y sabe algo de magia negra, puede en determinada circunstancia eludir tan horrible destino por la lívida existencia del vampiro. Como quiera que no puede ir a la octava esfera hasta la desintegración del cuerpo físico, lo mantiene en una especie de catalepsia por el horrible medio de transfundirle la sangre substraída de otros seres humanos por medio de su semimaterializado cuerpo astral, y así demora su final destino mediante la perpetración de numerosos asesinatos. Contra ello hay el remedio de exhumar y quemar el cadáver para privar al vampiro de su punto de apoyo. Al abrir la sepultura, el cadáver suele aparecer todavía incorrupto, como si estuviese fresco y lozano, y el ataúd está en muchos casos lleno de sangre. En los países donde prevalece la costumbre de incineración del cadáver en el horno crematorio es imposible esta especie de vampirismo.

El lobo, aunque igualmente horrible que el vampiro, resulta de un karma algo diferente, y en rigor debiera incluirse entre los habitantes vivientes en el mundo físico que visitan el plano astral, pues siempre se manifiesta por vez primera el lobo durante la vida física del hombre, y su pone invariablemente el conocimiento de la magia negra para ser capaz de proyectar el cuerpo astral.

Cuando por arte mágica de negra índole, proyecta así el cuerpo astral un hombre refinadamente cruel y malvado, es posible que se apodere de él otra entidad astral y lo materialice en forma de animal salvaje, que generalmente es el lobo, y en esta condición vagará por el país matando a otros animales y si le es posible a personas humanas para satisfacer no sólo la sed de sangre que le atraiga, sino también la de las malignas entidades que lo impulsan.

En estos casos, como sucede en la ordinaria materialización, cualquier lesión inferida a la forma animal se reproducirá en el cuerpo físico humano por el fenómeno de la repercusión, aunque después de la muerte del cuerpo físico, el astral, que tendrá probablemente la misma forma, será menos vulnerable, pero también menos peligrosa, a no ser que halle a su alcance algún médium capaz de materializarlo completamente. Es probable que en la manifestación de estas formas haya algo de materia etérea, gaseosa y líquida substraída del cuerpo físico, como sucede en algunas materializaciones. En todo caso, este cuerpo fluídico es capaz de apartarse del cadáver a mucha mayor distancia de la que de otro modo le fuera posible a un vehículo que contenga cierta cantidad de materia etérea.

Costumbre y moda de la época, es burlarse de las que llama necias supersticiones de ignorantes aldeanos; pero tanto en los casos anteriores como en muchos otros, el estudiante de ocultismo se convence tras detenido examen de que en los al parecer fantásticos relatos y leyendas absurdas subyacen enigmáticas u olvidadas verdades de la naturaleza y es en consecuencia tan cauto en rechazarlos como en aceptarlos.

Quienes se propongan explorar el mundo astral no han de temer el encuentro de estas repugnantes entidades, porque son ahora sumamente raras y según pase el tiempo irá disminuyendo aún más su escaso número. En todo caso, su manifestación se contrae a las

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inmediaciones del cadáver del que fue su cuerpo físico, como cabe suponer de su extremada índole material.

9º Clase

Fácil sería establecer varias subdivisiones de esta clase según su objeto, sus métodos y la posible duración de su existencia en el mundo astral; pero como no son agradables temas de estudio y todo cuanto le conviene saber al estudiante es la manera de evitar el encuentro de estas entidades, será más interesante pasar al examen de otra parte de nuestro estudio. Baste saber que toda entidad humana que se esfuerce en prolongar su vida astral más allá de sus naturales límites ha de hacerlo a costa de la vitalidad substraída a otros seres humanos.

 

INFORMACION CORTESIA DE http://upasika.com/docs/leadbeater/Leadbeater%20Charles%20-%20El%20plano%20astral.pdf

. EL MAGO NEGRO Y SUS DISCIPULOS.- Esta entidad corresponde al extremo opuesto de la escala en que se halla el discípulo en espera de reencarnación; pero en el caso del mago negro, en vez de recabar licencia para emplear un método extraordinario de progreso, desafía el natural proceso de la evolución, manteniéndose en la vida astral por medios de la más horrible índole.

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